Este es un filme
italiano del cineasta italiano
Gabriele Guidi, múltiples lecturas. Desde lo que supuso el mismo gueto
de Terezin (reunió entre los judíos deportados a un gran número de
compositores, pintores, escultores, poetas y escritores, alma y corazón de la
cultura centroeuropea de la época). Pero también [y es la historia], a niños
jugando al fútbol, pintando acuarelas, haciendo partidas de ajedrez. Así salían
los judíos en la película que rodó para las SS Kurt Gerron, semanas antes de
ser enviado a la cámara de gas. Al final de la II Guerra Mundial, cuando el
Ejército Rojo liberó el primer campo de exterminio, los nazis rodaron el
documental, cuyo título era sobre el campo de concentración de Terezín
(Theresienstadt) [solo se ha encontrado un tercio del metraje]. La idea era mostrar
que el ambiente de sus prisioneros era tranquilo e idílico.
Pero mi punto de vista en este análisis, es la música
y sobre los músicos allí en el gueto. Y es que cuando Victor Hugo sentencia: “la
música expresa lo que no puede ser dicho y aquello sobre lo que es imposible
permanecer en silencio”, Estamos ante un cinta amorosa, en medio de las
dificultades de sus personajes protagonistas. Y es que la música de los
maestros [y aun la extradiegética] siempre permite que la vida sea más
placentera.
Y es que la arquitectura emocional de la película no
es que ponga en segundo plano otros aspectos de la película como tal, es que la psicología
del lugar-música nos hace deliberar en esos simulados universos labrados por
los alemanes [si bien, los maestros de música se sentían felices frente a ello]
para falsear la realidad verdadera de los presos judíos.
Esto conlleva a la reflexión de como la música cambia la
naturaleza fílmica, en una disgregación de realidades y libertades, esas que
quisieron [ocultar] mostrar los alemanes como la placidez de un sitio, donde el
libre albedrío brilla precisamente por su ausencia. De manera que el cineasta
Guidi en una puesta en escena sobria, sin saltos en un relato cargado más bien
de deseos del alma, señala “las pisadas” que el mismo paso del tiempo no ha
podido borrar dejando sin más, eso sí: el eco de la vida.
Excelente película pues que debería ser de obligada
visión, por todas las enseñanzas que deja. Esos dos mundos contrapuestos, el del pasado que se
quiere dejar atrás [la prisión], y el del futuro incierto [la música que se
eleva a los cielos] al que se enfrentan los personajes [Antonio y su amada
compañera]: son siempre ejemplos de las grietas de la historia de la vida misma.