Este filme chileno ganador del “Oscar” recientemente a
mejor filme extranjero, tiene su mérito en haber puesto en escena (y sin
maniqueo) el amor de un transexual (Marina) con hombre mayor que él (Orlando).
Y sin exageraciones morales, la vida del personaje debate en su propia
honestidad, a pesar del rechazo de su entorno.
Si bien el asunto ideológico está claro (en una
sociedad llena de prejuicios) y los actores convencen, en lo cinematográfico el
asunto transcurre bien sencillo, llegando incluso a un ritmo lento en algunas
escenas que ni restan ni ponen. Para quienes vieron “Gloria” (2013) del mismo
cineasta Sebastián Leilo, el asunto coincide en muchos semblantes. Uno sería el
aspecto de compensar soledades en medio de ambientes nocturnos, un destierro
permanente y en ausencia de un derrotero a seguir, sin hostigamiento.
En este retrato del transexual, supongo que las cuitas
le evocan su reciente pasado, aunque nada de sentimentalismo. De manera que esta
cinta no es esta la propia obra que solo busque debatir, denunciando la
trastienda más oscura de la sociedad chilena; es que el filme invita a ver a
Marina como un ser normal y corriente, para los tiempos que vivimos.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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