Dirigida por el uruguayo Fede Álvarez y basada en la
novela “Lo que no te mata te hace más fuerte” de David Lagercrantz, una
continuación literaria de la saga 'Millennium' creada originalmente por Stieg
Larsson, es un aceptable thriller donde no se puede dejar de estar atento a la
historia, sino se pierde.
Con cierto tono a los filmes de David Fincher, el
filme donde la joven hacker Lisbeth Salander y el periodista Mikael Blomkvist
se hallan atrapados en una red de espías,ella carece de la profundidad psicológica que en su
día la diferenció de cualquier otro tipo de agente secreto. Película pues del
realizador uruguayo quese atañe en
forma y figura al ritmo de una vida nada cansada, frágil y con todos los
sobresaltos de los dos personajes, que para nada rehúyen al ajetreo de una fría
urbe y abarcan el consabido argumento del “zeitgeist” europeo.
Reitero y respecto al personaje femenino (que ocupa
todo el interés del filme) y sin ser un rostro de cámara y dotado de
laberintos, es posible alegar un vez más, que el ser humano no es solo lo que
parece; asume un valor (y para este caso) algo perspicaz y transformador.
Aunque si bien con un cúmulo de intenciones y una corriente salvaje, tiene una
diferencia de grado con el cine que le
precede y para nada: neutral, solemne y ligera, como si no pretendiera
perturbar la realidad con su presencia. ¡Uf!
De pronto se recupera un poco ese viejo género de los
submarinos con este interesante thriller político, que aunque tiene su
escritura para ser un trabajo bien comercial, no deja de tener en vilo a los
espectadores, para quienes a la larga se dirigen los filmes, no para los
críticos.
En otro orden de ideas, y para los tiempos que vivimos
con un Trump y una Rusia tan lejos, pero tan cerca, la perspectiva desde la que
está trazada esta ideología fílmica (sin
el miedo y sin la pesquisa de concienciación), el cineasta Marsh ondea su cine
y su mensaje sin el descrédito absoluto, y sin el ultraje hacia todos aquellos que
de una forma u otra apoyan (o no) al presidente de los Estados Unidos.
La película y sin que pierda su provocadora idea
inicial, y admitiendo un espacio para la deliberación en un cierre irreversible,
estás imágenes otorgan una turbadora dosis de intriga que se convierte en el
esqueleto por el cual se sostiene tanto la trama militar, como el seguimiento
del caso político del secuestro del presidente ruso.
A esto hay que agregar el atractivo manejo de los
tiempos dramáticos por parte del director del filme, lo que termina ordenando
una narración que “navega” plácidamente tanto por el espacio en dos potencias
mundiales y la psicología del poder en el cine, como por el ulterior aplauso
público, asimilando el mensaje final para estos tiempos donde parece no pasar
nada.
Esta extraña creación de género, y, si bien el cine
fantástico está atravesando en los últimos años, uno de sus mejores momentos, la
película permite observar que lo que hace diferente esta propuesta de otras, son
los análogos planteamientos de atmósfera de una acción trepidante, donde el
surrealismo y lo alucinado, generan una apuesta audiovisual, mucho más contigua
al cine experimental, en la que lo sensorial (ya lo explicaré más adelante) predomina
siempre por encima de la propia historia.
No sé si es la primera vez en el cine que se realiza
un filme donde exista un híbrido entre temas de guerra y de terror (aunque por
su puesto la guerra es un acto terrorífico), pero me remito al género como tal.
De todas formas esta propuesta (ya sea
de forma bruta o sutil) del director de cine Julius Avery (“Son of a gun”) sale
bien librado y un dispositivo importante en esta oportunidad, es el sonido como
un elemento más del relato cinematográfico.
Para cualquier espectador desprevenido sobre de qué va
el argumento, más de un susto tendrá, ya
que imágenes y sonidos dan al unísono mucha aprehensión y es un elemento clave
para el filmeen una guerra antes del día D. En otro orden de ideas la cinta (y sin
ironía) va de ese Prometeo que, ya en tantas películas sobre el doctor Frankenstein,
nos ha ilustrado, aunque “Overlord” narra en parte los horrores del mundo real
de los experimentos del Holocausto en la Segunda Guerra Mundial de Josef
Mengele a un extremo más aterrador.
Ahora: una disposición que ha superado el umbral de
este nuevo siglo y que se ha convertido en una constante: es el extenso
catálogo cinematográfico que ajusta pautas y formas ya creadas, un concepto que (de pronto) nos permite puntualizar a
Nuevos Directores (a diferencia del cine colombiano). Y es que sin exagerar y
haciendo un examen del filme en cuestión, los rasgos constantes característicos
de un autor (o un cine determinado), son señal indiscutible de la singularidad
de las propuestas cinematográficas modernas, anexas a corrientes estéticos o
ideológicos.
Aunque
en un principio se anunciase como una serie, ‘La balada de Buster Scruggs’,
primer contacto de Ethan y Joel Coen con Netflix, ha terminado convirtiéndose
en una película que pudo verse en pantalla grande en el reciente Festival de
Cine de Venecia, donde se llevó el premio a Mejor Guion.
Si
bien este filme es entretenido y de acción trepidante, es un tema ampliamente
llevado al cine. De todas formas, la actriz protagónica no pierde su buen
quehacer profesional y brinda al espectador, una mujer capaz y llena de
venganza.
Lo
que si hay que aprender, es ver un par de deux ex machina que restan categoría
al thriller. Hay que estar pendiente con esto, y proviene de la escritura del
guion. En este sentido el filme pierde su verosimilitud y ojalá los nuevos
guionistas aprendan la lección.De todas formas, la
cámara genera tensión, sin que se enreda en juegos de sombra y de profundidad.
De
todas formas, el intento del cineasta por sacar adelante el thriller se nota y
en segundo lugar un de montaje corto sobre primeros planos de rostros que
puntúan las escenas con el suficiente subrayado de la música y la angulación de
cámara. Al final ya queda claro que hay nada que salvar a la heroína, sino la
trama pierde ante los ojos del espectador.
Ante
semejante figura de la música en el mundo, como lo fue Freddie Mercury, pienso
que el final de la cinta es lo más apropiado para un ser humano a fin de
cuentas. Creo que su vida musical es mucho más interesante que su vida privada
(llena más de errores que de aciertos, aunque reconozco que no soy quien para
terminar avaluando de esta forma).
“Bohemian
Rhapsody” es una apoteosis al grupo Queen, de su música y sobre todo de su
extraordinario cantante Freddie Mercury, que siendo único, retó estereotipos e
hizo polvo alguno de los hábitos en la música para convertirla en uno de los
espectáculos más placenteros del mundo en su generación.
Con una
extraordinaria actuación de Malek como Mercury, el guion por momentos pudo ser
más concreto en la parte dramática (la cámara se concentra menos en lo complejo
del personaje sobre su pansexualidad). Pero si hay que justificar este asunto,
quizá sea a la admiración del personaje por parte del cineasta y diseñar algún
que otro cliché de ese cine más comercial.
“Pansexualidad”
es un vocablo (empleado por primera vez en los años setentas) que proviene de
la noción de “pansexualismo” utilizado a principios del siglo XX por los
críticos de Sigmund Freud para rotular su teoría de cómo la conducta humana proviene
en gran medida de lo denominado instintos sexuales. Esto es la atracción
romántica o sexual hacia individuos independientemente de su género o sexo, la
pansexualidad es una orientación sexual aún apartada en el cine (son escasísimos
los ejemplo en el cine sobre este ítem).
De todas
formas y a modo de conclusión, la película es a mi parecer buena y construida
quizá para quienes no lo vieron y oyeron en su época.La
realización, aunque un poco convencional, y sin haber decisiones formales en el
relato, la fuerza de la cinta convive en la naturalidad con que se nos hace partícipes
de la evolución musical de Mercury, sin mostrarlo en el terreno sexual y por
supuesto, en una poderosa interpretación central que resulta por completo categórica.
Llega a la cartelera local el filme del español
Fernando León de Aranoa sobre la vida de Pablo Escobar (basado en el libro de
Virginia Vallejo). Esta cinta que pudo ser mucho mejor de lo que realmente es,
tiene en su propuesta audiovisual algunos clichés del cine norteamericano, que
desmeritan un poco a León de Aranoa, un cineasta más bien independiente y con
su impronta particular.
Sin detenerme en la vida del señor Escobar
(ampliamente conocida en Colombia), se puede hacer la siguiente lectura en lo
estrictamente cinematográfico. Y es que la apuesta del realizador español si
bien consiste en narrar los
tradicionales vaivenes de la vida personal de un narcotraficante, también mezcla los
tópicos particulares del drama con el rigor ya veces empuje del thriller.
Prácticamente desde los primeros minutos del filme ya
uno sabe lo que va a suceder y revelar una vez más al principal sospecho de
haber cometido las más crueles transgresiones acontecidas en Colombia en la
época de la vida asesina de Escobar (Javier Bardem). De todasformas, sin paradoja alguna presentada por el
relato (ama a sus seres cercanos, al pobre, pero odia y genera reales y malas
intenciones), no hace más que ser una persona imprevisible para su entorno
familiar y social.
Sin el desafío amoroso entre dos seres tan distantes
para Escobar como Virginia Vallejo y María Victoria (buen trabajo de la
colombiana Julieth Restrepo), ello ofrece el punto de partida en la
construcción de una trama que irá mostrando más la personalidad del insondable
narcotraficante. La preocupación sincera de los protagonistas femeninos y la
prepotencia jactanciosa de Escobar caminan de la mano con el fin de subrayar la
inestabilidad e incoherencia del hombre cuando todos “van remando el viento”.
Considero que, sin ser atractivo el manejo de los
tiempos dramáticos por parte del director, termina disponiendo de una narración
que bordea a su gusto (vaya usted a saber si impuesta) el espacio íntimo de los
personajes principales y la posterior (y escasa) condena pública, difícil de cotejar
para Escobar, por su carácter violento y directo.
A su vez, la película expone las miserias de un hombre
y sus secuaces que, tras una máscara de presumida familiaridad y buenos
modales, oculta las execrables bajezas, lo que se percibe en muchas de las
escenas en las cuales Escobar no se muestra en sociedad.
Sin desconocer la versatilidad en el registro actoral
de Penélope Cruz (que además de actriz, es esposa de Bardem), puede rastrearse
en el rostro de Bardem (y en lo que su mirada inspira), una buena exploración
de los conflictos internos del personaje.
De todas maneras, el director erige un relato que si
bien avanza a paso firme desde el punto de vista de inadvertidas revelaciones
de Escobar (de pronto al final puede descubrirse el amor por sus hijos), a fin
de cuentas, no es dependiente de la presencia escénica de ninguno de los
modelos actanciales.