sábado, 17 de mayo de 2025

Misión imposible: sentencia final

 

La octava entrega de la saga, con un héroe como Ethan Hunt-Tom Cruise en pos de otorgar de realismo a unas películas cuyo argumento no podía ser más inverosímil. Pero, Cruise se deja el cuerpo entero en la cinta, literalmente, para que nos creyéramos que él es el insuperable ser humano que puede salvar al mundo, porque es el único que alcanza efectivamente a ejecutar sus acciones.


En este devenir de la industria cinematográfica y desde la quinta entrega, Cruise tiene a un compañero de viaje perfecto (el director Christopher McQuarrie), que desde que ganó su “Oscar” por el guion de “Sospechosos habituales”, su destino estaba sentenciado. Cruise apostó por él y logró que fuera el director que refrendaría su crédito dentro de la saga.

Confiando en ese deleite compartido por un cine que huela a pura acción, en esta oportunidad hemos visto un filme que en realidad son dos, y así lo intuimos en la proyección: “Misión Imposible: sentencia final”, y que es, tácitamente (aunque en Hollywood nunca se sabe) el cierre final y definitivo de la saga basada en la serie de televisión y que se estrena en nuestro país.

En asuntos más del lenguaje cinematográfico, la perfección de la composición en los planos generales del héroe Ethan Hunt-Tom Cruise, sin contrastar con esa pasión inherente por la acción. Tanto por su marco y objetivo como por su nervio y derroche constante, un lenguaje que justifica ese dinamismo de todos los planos (destacando el montador del filme Eddie Hamilton).

En efecto, la cámara nunca se “mueve” (otra cosa es emplazar) y de alguna manera, somete a “los modelos actanciales” en unos encuadres en cuyos marcos y disposiciones no limitan toda la profundidad de una perspectiva (tanto en los planos generales, como los medios o los primeros planos). La puesta en escena es pues de un rigor inclemente. Con planos trazados invariables y pasivos, la cámara espere al o los personaje (s) al término de su acción —como lo instruye la escrupulosidad de la planificación—, y es lo que esencialmente realza su predeterminación.

Por lo demás, un conflicto típico de un hombre que ve amenazado su entorno. En este contexto, los diálogos para nada prolongados, en una “supuesta lógica y cavilación”, y nunca convertidos en soliloquios para que nublen el argumento antes que aclarar.

No cabe la menor duda de que las intenciones del director son íntegras, pero, a menudo, el filme tiene que subrayarlas (sobre todo en la primera mitad del filme) en unos diálogos aclaratorios llenos de proposiciones. Hunt carga sobre sus hombros el personaje como el ineludible superhéroe del relato que empuja escena tras escena la cruz de su buena suerte. Por lo demás, un filme para entretener al gran público.

 

sábado, 10 de mayo de 2025

Las vidas de Sing Sing

 

Con “Sing sing” estamos frente a un drama carcelario, donde Greg Kwedar dirige y Colman Domingo (como John Divine) en un gran trabajo actoral protagoniza este filme nada convencional y basado en hechos, sobre un grupo de presos que afrontan la vida diaria a través del teatro. Entonces varios puntos de vista de este trabajo audiovisual:

Un grupo de presos con cadena perpetua son capaces de afrontar sus desventuras requiriendo por un lado la comedia, reconciliando a Shakespeare en una diversión sin límites hacia la libertad en un espacio donde solo internan o que todos tienen dentro de sí, aunque John Divine (¿el Hamlet entre todos?) tenga en su mente su obra “Letra pequeña”. Así que todo se desarrolla a través de un shakespeariano duelo entre los prisioneros-actores y el profesor de arte dramático de los reclusos para cada prueba y cada confesión de entre todos los “actores” señalando sin tapujos sus faltas y temores.

Y frente a las primeras imágenes de la película: proscenio. luces, puesta en escena, etc., una idea clara sobre lo que el arte (debe) representar dentro del actual sistema de operación de nuestras sociedades modernas, y debe, sobre todo, simbolizar la función del arte —a la larga— como una agraciada evasión. El arte no debe cuestionar la realidad, debe ser un ejercicio de invención que permita abstraerse durante un espacio y tiempo muy preciso (y es lo que la película a la larga nos deja como reflexión).

Ser felices es lo que vale. Para nada afecta que algunos presos hayan sido condenados por fallos de la misma justicia (caso del protagonista); nada interesa que la sociedad les niegue la eventualidad de reinsertarse ni que los sancione de por vida. Los encarcelados deben tener como amor propio otro sentir de la vida en prisión ya que lo que queda por hacer está allí.

Con base en lo anterior, dicha lectura del discurso fílmico de “Sing sing” no está tan arraigado en el asunto discursivo de la película sobre esa ira que se pueda sentir contra este sistema carcelario (en especial de los Estados Unidos). Es simplemente, al margen de que tengamos un punto de vista de los presos como peligros viables y que deben de ser alejados del resto del mundo; tampoco debemos utilizar este asunto como herramienta de búsqueda o denuncia.

jueves, 8 de mayo de 2025

'Tatami': estuvo en el Festival de Cine de Venecia

 



"Tatami" busca cerrar la brecha en la política internacional a través de la ficción. El largometraje, que se estrenó en el Festival de Cine de Venecia de 2023, se anuncia como una de las primeras películas narrativas codirigidas por cineastas iraníes e israelíes.

Zar Amir, quien anteriormente ganó el premio a la Mejor Actriz de Cannes por su papel en "Holy Spider", protagoniza y codirige "Tatami" con el cineasta israelí Guy Nattiv, mejor conocido por su cortometraje ganador del Oscar "Skin". Nattiv también dirigió "Golda", protagonizada por Helen Mirren.

"Tatami" está basada en hechos reales, y está protagonizada por Amir como el entrenador de la atleta iraní de judo (Arienne Mandi) que recibe la orden de retirarse del campeonato mundial de la República Islámica en lugar de enfrentarse a un competidor israelí.

Fuente y fotogramas: https://www.indiewire.com/


viernes, 25 de abril de 2025

“The Accountant 2”

 

Primero habría que decir que existe una proliferación de cine de acción, thrillers y cine de terror en la cartelera, que para la crítica cinematográfica más de una cinta no aguanta un análisis, sin embargo, en “The Accountant 2” trabajo del actor Ben Affleck (personaje principal también en “The Accountant 1”) sin ser nada del otro mundo, cumple algunas expectativas cinéfilas, pero muchas del cine comercial.

Y es que Christian Wolff sigue moviéndose a su gusto a la hora de resolver asuntos enredados. Cuando un amigo es asesinado, dejando tras de sí un mensaje en su mano para “encontrar al contable”, Wolff se ve obligado (junto a su hermano Brax [Jon Bernthal]) a solucionar el caso (una familia desaparecida hace ocho años) colaborando con Marybeth Medina (Cynthia Addai-Robinson), subdirectora del Tesoro de Estados Unidos.

En un plano más profundo, decir que este cine de acción siempre cumple sus expectativas en ese sentido y que la trama como si buscáramos una aguja en un pajar resulta hasta bien avanzado el metraje del filme, por momentos desorientadora. Específicamente me refiero al macguffin del guion (una familia desaparecida, una red de traficantes y proxenetas y la acción del reservado contable). Y desde el punto de vista del guion esta línea argumental, y es lo que le favorece, no tiene ninguna pista falsa propuesta a extraviar las conjeturas del espectador.

Por eso creo que el filme funciona con un guion escrito por Bill Dubuque. Y es que lo que empieza como la pesquisa de los miembros de una familia inmigrante, termina convirtiéndose en la desarticulación de una peligrosa red de traficantes.

Finalmente, este filme sin poseer abundancia de acción trepidante y de diálogos o enunciados como puras declaraciones de intenciones —sin subtexto en el que asilarse—. La arquetípica apariencia de los protagonistas se esfuerza en armarse de recursos precisos, de acicalar las características de sus papeles tanto como le es posible, aislando esta de otras recientes representaciones, siempre dentro de los ámbitos permitidos. En resumen, un filme que dará a otra secuela y unos personajes más maduros sin tener que ponerse al descubierto y lidiar de frente sin limitaciones.

miércoles, 23 de abril de 2025

"Sinners" de Ryan Coogler

 

No, no es que sea muy devoto de las películas de terror. Pero no dejo de reconocer que, si hay algo de gratificante en un filme original de terror y que impone a los códigos de género es “Los pecadores”. Además, la cinta transmite honestidad y arrojo. Ambientada en Mississippi en los años 30, “Los pecadores” cuenta la historia de dos gemelos quienes, tras pasar unos años en Chicago, retornan a su pueblo para montar un club de blues para la comunidad negra. Coogler vuelve pues a contar con Michael B. Jordan, su actor fetiche desde “Fruitvale Station” —ya trasformado en toda una estrella—, brindándole el reto de meterse en un acuoso doble papel, el de dos gemelos desavenidos a fuerzas oscuras.

En el sentido musical, la composición de su carácter y los arpegios de las canciones, y los bailes —siendo la secuencia que traspasa las épocas, es algo excelso— y que con el arresto y los movimientos del cine de terror es algo verdaderamente incontrastable. Pero, diría de todo esto que, la película como tal si a alguien debe su extraordinaria puesta en escena es al director Ryan Coogler. Sin separarse del cine de género, “Los pecadores” nos habla de la miseria y el racismo, pero, asimismo, de los ritos, los dogmas y, sobre todo, ese vínculo fundamental con la música de sus interlocutores. Y es donde el filme emerge con fuerza e interés (no sé por qué, pero, me evoca de alguna manera a “El color púrpura de Spielberg).

Por favor, memoricen este director llamado Ryan Coogler, y es que, frente a su proyecto más esperanzado y personal hasta la fecha, después de una serie de éxitos que le han otorgado esa posición en Hollywood, posee una absoluta libertad creativa debido precisamente a que es un genio. Y es que, después de una ópera prima independiente y patética como “Fruitvale Station” (2013), De todos modos, el director de cine Coogler ha sido hacendoso en dejar su huella personal sin dejar de ensalzar la cultura afroamericana.

“Los pecadores” es pues una película pues cargada de planos sonoro (que nos asfixian por momentos), pero, dan un valor acusmático virtuoso. En otro orden de ideas, la cinta a través de los hermanos gemelos Smoke y Slack quienes desean invertir sus ganancias en montar un club nocturno en Clarksdale, Mississippi, un paraje rural en la que la gente normal pueda disfrutar de música en directo; vigorizarán esa llama de viejos amores, y tendrán que superar un pasado que no deseaban recordar.

Para finalizar tres ideas. Algo que llama eficazmente la solicitud del filme es la dinámica presencia de sus interlocutores femeninos, los cuales trascienden más allá de los propios intereses amorosos, revelándose enérgicas y hasta atractivas, en medida, gracias a los valiosos “performances” de sus actrices, destacando la formidable presencia de Wunmi Mosaku en el rol de Annie, una hechicería.

Segundo, atraviesa el filme ese halo de predestinación y hasta de fatalidad propio del cine negro clásico, con gánsteres intentando exonerar sus pecados y tropezando todo tipo de dificultades para conseguirlo (súmele femme fatales).

Y tercero, presentes todos eso tópicos de las películas de vampiros y esos signos característicos de la puesta en escenas más que fenomenológicos por sus aspavientos. Y es que una serie de esta esfera común se da cita en “Los pecadores” sin ningún arquetipo de timidez, y en ese derroche de violencia manifiesta y bizarra, y obscenidad y erotismo.  Con una buena dosis de humor, de todas formas, estamos ante un filme inclasificable y punto.


La mujer de las sombras



El cine de terror nunca pasará de moda y existen muchas razones para sustentar tal aseveración. Desde 1931, cuando la Universal produjo al mundo versiones de la literatura británica, el cine de horror (Drácula, Frankenstein, etc.)  ha servido como fructífera “caja de resonancias” a los miedos o angustias psicosociales. Para Stephen King, el terror tiene libertad en los presupuestos y no necesariamente con esas estrellas del Hollywood que deban llegar vivas a la última escena final de un filme.




El filme que nos ocupa tiene muchas formas de ser abordado, pero, primero habría que escribir que tiene una rigurosa actuación en la actriz Danielle Deadwyler (como Ramona) aportando algo de profundidad a este thriller de Blumhouse (“Wolf Man”), que, por lo demás, mantiene una atmósfera espeluznante, atiborrada de terror psicológico familiares y una gran cantidad de sustos. ¡Bueno! Todo empieza como una granja aislada en la Georgia rural se convierte en un campo de batalla para una madre apesadumbrada y sus dos hijos en este horror familiar y episódicamente efectivo (me refiero a las escenas).

Y digo todo esto porque una vez aparece una misteriosa mujer, todo se vuelve una pesadilla para Ramona. Y ahí arranca verdaderamente el filme. De hecho, cuando “esa mujer cubierta toda con un manto negro”, comienza a hacer sentir su presencia todo parece un infierno. Y es que su trauma inexpresivo del padecimiento, la culpa y el sufrimiento fraguan su tenebrosa sombra sobre la familia, y Ramona la desafía a una especie de ajuste de cuentas personal.

Algo interesante en el filme son los momentos menos exagerados, pero, que resultan ser son los más impactantes, ya que indaga la consternación desleal de la resignación de los padres, tanto para una adulta que se siente incapaz —o inclusive reacia— a ayudarse a sí misma o a cualquier otra persona. Un aspecto que fortifica la trama de este filme en su género es el que no haya electricidad y que los teléfonos celulares estén sin cargar (un artificio provocador). Por otro lado, el guion, de Sam Stefanak marcha bien cuando nos da espacio para respirar. Y no escribo más porque es contar la película, que siento cubre las expectativas hasta del más exigente cuando de thriller psicológico se trata.


jueves, 10 de abril de 2025

FICCI 64: "Forenses"

 

Este filme del cineasta Federico Atehortúa Arteaga nos recuerda los momentos ingratos del tema de los desaparecidos, cuerpos sin identidad en una visión certera de realidades y conflictos de un país cargado de injusticias sociales. Ya el cineasta en su primer filme “Pirotecnia” parte de una historia real resumida en una imagen estimada irrebatible: El 6 de marzo de 1906, en la misma zona donde atentaron contra el entonces presidente Rafael Reyes, donde fueron fusilados, además, cuatro convictos a muerte. Nos estamos refiriendo al lugar de Barrocolorado —que sirvió para reforzar el discurso oficial de Reyes.


En esta oportunidad y en el mismo tono y denuncia, “Forenses” nos “habla” de toda esa odisea por hallar a aquellos seres desaparecidos, sustentando en la retórica del filme una serie de memorias audiovisuales de otros filmes y circunstancias para su énfasis argumentativo. La película hasta llega a involucrar en su discurso, imágenes como “La vie et la passion de Jésus-Christ” —conocida en español con los títulos “La vida y la Pasión de Jesucristo, Nacimiento, Vida, Milagros, Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y La Pasión” (1903)—. Una cinta francesa muda producida por la casa Pathé y dirigida por Ferdinand Zecca y Lucien Nonguet.

Y usted se preguntará, qué tiene que ver esta película (e igual con fragmentos de otros tantos filmes) con los miles de cuerpos desaparecidos y sus identidades en Colombia. Tendríamos que formular a través de la exposición en voz en off del filme, que, al igual que la tumba vacía cuando fueron a ver a Jesús —como alegoría a las desapasiones de seres humanos inocentes—; el perdón, el adiós, y cierta redención en ellos, son opiniones válidas emocionalmente hablando, y que nacen estrictamente de un guion revalidando la idea madre de la película, y una certera invitación:  conversaciones sobre temas como el duelo, la pérdida, el cuerpo, la madurez y la redención.

Sin desconfiar de la puesta en escena para hacer germinar aquello que se halla oculto en los rostros, y prudentes reflexiones de todo lo observado, el cineasta Federico Atehortúa Arteaga —y por encima (creerán algunos espectadores) de la estructura cinematográfica— brinda un desarrollo en profundidad sobre la disyuntiva moral e identitario que se esboza como origen último de los males de este mundo.

Así que, al observar una serie de imágenes de animación, de archivo, trozos de filme, y las que se ruedan provocan en el espectador una serie discernimientos capaces de llevarnos a los colombianos que observan el filme, que estamos ante un país con muchos problemas, y aun poquísimos elementos para la paz —por mucho que presentemos tal o cual argumento—. En algún momento y a modo de conclusión viene a mi memoria “El entierro de los muertos” T. S. Eliot. En su texto nos habla del mes más cruel (mixtura de recuerdos y anhelos).

La pregunta final es: en Colombia serían todos los meses. Pues la réplica se adivina entre un cúmulo de imágenes rotas y la desazón que nos embarga. No se trata, pues, de estimular a través de lo observado. Lo que interesa aquí es la denuncia de un escenario ampliamente conocido que demanda justicia donde solo hay mutismo.