domingo, 4 de agosto de 2024

Cine colombiano: “Yo vi tres luces negras”

 

Dirigida por Santiago Lozano Álvarez (natural del corregimiento El Cabuyal —Candelaria, Valle del Cauca—), valdría la pena escribir primero que Jesús María Mina caracteriza a José De los Santos.  Un actor de experiencia amplia en el teatro, series y novelas. “Yo vi tres luces negras” tuvo su estreno en el festival de cine de Berlín, es exhibida en el reciente festival de cine de Cartagena de Indias.

Respecto a la película en sí, José de los Santos (tiene 70 años) es un sujeto que ha ofrecido su vida a los rituales luctuosos de sus ancestros en el Pacífico colombiano.  Y tomando como punto de partida “su oficio” es el fiel acompañante para despedir a aquellos que se van al “otro lado”. Lugar en el que se halla su hijo (brutalmente asesinado), pero José recibe la visita del fantasma corpóreo de su hijo, Pium Pium (Julián Ramírez) y para no estropear con spoilers mi análisis, algunas reflexiones del discurso fílmico de este buen filme colombiano.

Lo primero sería señalar que no se puede ocultar que el filme toca uno de los panoramas contemporáneos de conflicto guerrillero y paramilitar más complejos del mundo. Y en ese orden de ideas, estos enfrentamientos traspasan a los pueblos en la Colombia campesina, donde la sombría historia (colonialismo y esclavitud) ha llevado a las comunidades afrocolombianas a llevar un paso de pronto cansino, pero siempre enfrentando de alguna manera esa problemática.

Y es que la aldea protagonista de la película está desborda de moradores cuyos hijos e hijas fueron ultimados —como Pium Pium o desaparecidos por tropas paramilitares que maniobran en las selvas de nuestra Colombia —. Los arrojos de búsqueda de oro y eventualmente ilegales, revelan cuerpos enterrados durante mucho tiempo y restos de violencia que son anulados por el silencio de los civiles.

En su segundo largometraje “Yo vi tres luces negras”, el director Santiago Lozano Álvarez retoma pues este contexto preciso y una pluralidad de ideas para explorar “ese cruce de las luchas” afrocolombianas en la Colombia rural. Con un constructo [un instrumento esgrimido para abrir la puerta a la intuición del comportamiento humano] de la obra, que podría transcribirse de maneras muy disímiles. Y tal vez, algunas escenas observadas sirven como reflejo de la fragilidad del momento y el carácter efímero de la vida, pero también, el de organizar un acto de resistencia contra el tiempo y la muerte.

Esta idea, de repente lacónica, accede que destaque más fuertemente en su estilo visual (el director de fotografía Juan Velásquez), auxiliando una calidez emotiva a cada escena, a pesar de que la película tiene una escala de color en las que hay una templada preeminencia del color verde aceitunado, y las llamamos “frías” (contienen gran cantidad de onda corta) generado por el ambiente de la selva en el que se suceden los hechos.

Una vez más en este tipo de cine reciente colombiano, prevalecen los valores sonoros y musicales intradiegéticos (la música vocal de Nidia Góngora, la marimba y el golpe de la lluvia y el canto de los animales de la selva) recrea la brillante jungla que rodea a José. Y es que atentos al sonido de las aristas de las imágenes, a tramas y sonidos, extrañezas y experiencias, mediante de una atmósfera tan compleja, tan inquieta, que resulta precipitado someterla a adjetivos. Lo más útil —en todo caso—, sería hablar de este documental como una acción de recapitulación y proximidad.

jueves, 1 de agosto de 2024

Cine colombiano:El Vaquero, de Emma Rozanski

 

Este filme colombiano que se presentó en el reciente festival de cine de Cartagena de Indias, si bien, es una co-producción con el Reino Unido, es dirigido por una cineasta australiana residente en Colombia llamada Emma Rozanski. Respecto a la película y si tomamos como punto de partida el joven personaje femenino Bernicia (le llaman “Berni”) y su vida en la montaña, la familia y su relación con su entorno natural, podemos tener dos puntos de vista respecto a cómo abordar el filme.

Primero, sería que en esa relación observada entre “Bernie”-caballo (que parece ser el catalizador en la vida de la mujer))-paisaje, nos remite de alguna manera y sin alegoría alguna, al llamado género Western —otros géneros y escuelas cinematográficas han sacado también provecho por ejemplo, de la poesía emocionante del paisaje—.  Y segundo asunto, cuando escuchamos en la cinta: “los sueños viajan con el viento”. Respecto a la primera relación y con una puesta en escena sencilla aunque con algunas angulaciones de la cámara propias del Western en algunos momentos de la diégesis, bien permite expresar con claridad que la cineasta saca beneficio de esas particularidades consecuentes, en las que se reconoce de común el Western, y que no son más que los signos o los símbolos de su escena (sin llegar a mito alguno).

También, sería preciso plantear de la cinta que, mediante unos diálogos casi que susurrados, no se requiere nada más. A través de ellos, se puede captar toda la acción que discurre, ciertamente, y sin encuadre alguno que permita disipar esa línea entre realidad y ensueño, así como entre el pasado (por lo de las remembranzas), presente y futuro de unos interlocutores sin máscara alguna. Creería que el asunto es así.

Unos personajes que en ese escenario campestre, la cineasta —y ahí su talento— sabe seducir a través de sus “perfecciones esenciales” (percibirse así mismo sin temor) a la vista de cualquiera que quiera fijarse. La beldad no queda comedida a universos ancestrales, míticos y encubiertos (no obstante, la guajira que llama a través del sueño y no es una imagen onírica).

Queda pues por referir el paisaje de la película que al impregnar de su soledad a quienes pueden convivir con ella, deja cierta sensación de sosiego, y algo que intencionalmente elabora la cineasta: tanto si como el aparato narrativo se expande con una luminosidad comprensible, debida, y además, a un modestísimo argumento que no oculta nada.

De pronto, para este tipo de planteamientos narrativos, el filme pudo haber sido estructurado en capítulos (mediante el fundido), en el sentido —y justificación— de no sentirnos tan aprisionados por el manejo del tempo De todas formas, concluyente la dinámica de este plan argumental, así como su carácter de documental que nos atrapa para bien.  

Cuando escuchamos: “los sueños viajan con el viento” y sin nada de aspaviento. Quizá sea la mejor forma de expresar parte de la ideología de quienes habitan un gran espacio como el observado en el filme; donde, no es que se interprete que el lenguaje no verbal de los personajes no resplandezca, ni mucho menos —no se hallan trazas del cine mudo en este filme—, es que todos los gestos y movimientos que realizan todos los interlocutores observados son de una simpleza abrumadora. Y diría que comprensible para darle cierta sensatez a una trama lineal.

Y es que la película en un momento, pudo haberse inclinado hacia un western psicológico, pero, no, cambia sus códigos de la acción y es algo a rescatar del guion. De pronto, todo sea la metáfora (que recorre los mejores westerns) del renacer día a día sin tormento —Rozansky lo plantea así—. Y es la decisión consecuente por parte de “Berni”; de deleitarse además, sin fractura psíquica sobre su realidad y cualquier sospecha de precariedad.

Me gustaría insistir que este tipo de cine colombiano abarca el concepto de cine de autor. En últimas, “[…] se puede decir, es alguien [el autor] que nos manifiesta su metáfora de la vida con gran humanidad, en un film” (Gutiérrez, 2014, p.4).  Otra particularidad ya más bien orgánica del cine moderno es el manejo del guion o narrativa. Muchas veces el cine moderno reclama por la narración de arte y ensayo, y otra gran contraseña de este cine moderno, es la indagación sobre las circunstancias íntimas del sujeto. Al salir de la sala de proyección, el silencio del espectador lo dice todo.

En últimas, no obstante la teoría de autor tiene sus contradictores en el mundo actual, continúa siendo un modelo seductor para tener en cuenta a la hora de discutir de una película y su director, sobre todo si se estima y se cree que el cine puede ser un fruto de “expresión personal”.

lunes, 22 de julio de 2024

tráiler de 'Cónclave', thriller en el Vaticano

 

Stanley Tucci e Isabella Rossellini acompañan a Ralph Fiennes en una oscura historia que sigue la elección del nuevo líder de la Iglesia.  Elcinesinirmaslejos presenta el primer tráiler oficial de este esperado thriller ambientado en el Vaticano.



Cine colombiano: La piel en primavera

 

Para empezar dos ideas que surgen de nuestro cine colombiano (ese que nunca llegará a las salas de cine comerciales). Primera, a modo de la avant-garde cinematográfica, hay una serie de películas que serán el reflejo de su tiempo (“Carropasajero”, por ejemplo). Y para ese nuevo habitante de sala de cine, colombiano, recordar lo que dijo el fotógrafo y pintor húngaro Moholy-Nagy, cuando aseveraba que “el analfabeto del mañana no será aquel que no sepa leer o escribir, sino aquel que no sepa nada de fotografía”.

Pero, por otro lado, ese ser memoria-cine vincula la realidad, no obstante, no todos las películas se muevan —a priori—, bajo el interés de difundir el pasado o presente con carácter reflexivo. “Como objeto de su tiempo, una película concentra información relevante que nos acerca al periodo en el que se produce, aunque debamos tener siempre presente que toda imagen técnica, a pesar de su aparente objetividad (…) no deja de ser una representación de la realidad que responde a motivaciones estéticas, ideológicas o culturales de su autor o comitente”.

Y segundo, el cine es arte, tecnología, medio de comunicación y asimismo un inicio de comprensión y sensatez por ser un objeto de su tiempo que irradia, a través de un relato visual, no solo temáticas establecidas, sino las ansiedades y desvelos de su contemporaneidad. Tomo este punto de partida para mi análisis de la excelente película de la cineasta Yennifer Uribe Alzate.

La película, donde a través de Sandra (una mujer trabajadora, joven, madre soltera) se enfrenta a sí misma, a su relación con su hijo, a esa especie de sinsabores con su sexo y su amante. Lo que ella nos permite discernir es que los personajes e interlocutores ya no son héroes —como en el cine clásico, ni sujetos del común como en el cine moderno—, son anti-héroes, y casi [digo casi] que podría exponer algo así como de las historias sobre los contrarios como protagonistas.

En lo estrictamente cinematográfico, el montaje no es rápido y pendenciero donde “el corte” es algo manifiesto, pero de eso se trata, dada la vida de Sandra. Y es que sobre el filme y sus personajes, los temas tratados son preferidos de todos aquellos que critican precisamente la vida interior de cada quien. Sin el regocijo por apresar un nuevo espacio en el mundo y sin el recelo a desvelar su identidad, surge un sentimiento de quietud sin neurosis. Aunque creería que Sandra pareciese que tiene una naturaleza así de particular y que se libera sin tener que desvelar su verdadero rostro.

La relación entre Sandra y quienes están a su alrededor conservará, y creería en un alto porcentaje, el tratamiento del arco clásico del melodrama. No obstante, las actitudes entre los protagonistas se vuelven cada menos resplandeciente. Por una razón fundamental: la joven madre extrapolará su propia aprobación al mundo y este, salvo excepciones, Sandra está convencida que la envolverá y abrigará.

Por otro lado, el filme invita a reflexionar que la quimera en ciertos aspectos de la vida no necesita ilusiones. Lo que sí es invariable en la película de la cineasta Jennifer Uribe Alzate es su compasión para —por muy singular— un “paisaje retratado”, y saber seducir su beldad esencial: aquella que a la vista de cualquiera que quiera fijarse; la ausencia de desengaño, y de sinsabores que lleve a una nostalgia del ser como tal.

Referencia

De las Heras, B. (2022). Cuando la forma se convierte en fondo. La avant-garde cinematográfica como reflejo de su tiempo, Hispania Nova, 1 Extraordinario, pp.13-40. DOI: https://doi.org/10.20318/hn.2022.6973

 

sábado, 20 de julio de 2024

Cine colombiano: Malta

 

Mariana (Estefanía Piñeres) y Gabriel (Emmanuel Restrepo) es la joven pareja sobre quienes se apoya este drama colombiano de la cineasta Natalia Santa, donde parece que todas las intenciones personales de amor hacia los demás y hacia uno mismo, plantean una eventualidad no de reconciliación, pues la pareja se ama, pero sí de reflexión catártica y de enfrentamiento con las derivaciones de la propia vida, interioridades y desatenciones, dejando una conformidad aparente para una depuración de la conciencia individual, y todo se revela cuando ella habla a su pareja de ir (o huir) hacia Malta (la isla. Por supuesto), más en un sentido figurado de un viaje a ninguna parte y caminado de noche por fría acera de la ciudad.

“Malta” es de esas películas para “Un Certain Regard” en Cannes, donde cabe este ejemplo de historia. Pero, una reflexión que deja este nuevo tipo de cine colombiano (aunque reconozco la imprudencia de señalarlo así), es plantear una formulación en torno a la mirada femenina en el cine. Se podría escribir que el cine colombiano ya —a paso lento— va revelando este camino para nada frívolo. Sobre la terminología “cine de mujer”, y deliberando “¿cuál es la relación entre las intervenciones culturales realizadas por mujeres y las intervenciones culturales feministas? Para lo Formulado así el asunto, es fácil ver que las dos cosas no son necesariamente una y la misma. Los cuadros, las novelas o las películas hechas por las mujeres pueden o no ser feministas, y es posible afirmar, aunque algunas feministas discreparán, que los hombres pueden producir obras de carácter feminista” (Kuhn, 1991, p. 22).

La cinta colombiana, si bien, no se sustenta en las sólidas interpretaciones de Piñeres y Restrepo. Sería pertinente señalar que la cineasta se esfuerza por ocultar o evidenciar un marcado carácter alineado a la ideología del filme y sobre todo de Mariana (“el viaje a ninguna parte”, pero que es ese lugar al que se necesita ir”) debido a la cadencia y el tempo en el que se desdoblan los pedazos de diálogo de su guion. Por momentos creería que todo cuanto se dice, parece estar departiendo directamente a la audiencia.

“Malta” y sin substraer de entidad humana a su elenco protagonista, convierte unas funciones narrativas que tratan de ejemplificar y en fragmentos comprensibles que todas las relaciones son complejas a pesar de que parezcan apacibles desde fuera.

Para concluir creería que el cine colombiano entra en esa esfera del cine independiente, cine de autor (no obstante, el cine de autor existió desde casi el comienzo del cine). Según el gran crítico francés André Bazin (fundó la revista de crítica de cine “Cahiers du Cinema” en 1951, en Paris) y Francois Truffaut entre otros, un autor es aquel director que consigue a través de una marca estilística única: la manera en que usa el lenguaje fílmico y formula su visión del mundo, su pensamiento, y sus obsesiones. ¡Natalia Santa se salió con la suya!

Referencia

Kuhn, A. (1991). Cine de mujeres: Feminismo y Cine. Ediciones Cátedra.

miércoles, 10 de julio de 2024

F1




El actor protagonizará el film que narra la historia de un ex piloto de ‘F1’. Su estreno está previsto para el 2025. Brad Pitt, reconocido actor estadounidense será el protagonista de una película de Hollywood en la que hace el papel de Sonny Hayes, una antigua estrella de la Fórmula 1 que regresa para competir con el equipo APXGP, junto con un novato interpretado por el actor  Damson Idris. 



Otros actores del reparto son Kerry Condon, Javier Bardem, Tobias Menzies, Sarah Niles, Kim Bodnia y Samson Kayo. El rodaje de la película se lleva a cabo en escenarios reales de la Fórmula 1, como el ‘British Grand Prix’, en Gran Bretaña, y ‘Rolex 24' en Daytona’.

‘F1’ estará en las pantallas de cine el 27 de junio del 2025. El film es producido por el siete veces campeón del mundo, Lewis Hamilton, quien además colaboró de manera creativa con todo el equipo y así garantizar autenticidad en la producción.

Fuente y fotogramas:https://zonacero.com/



De repente, solos

 

El cineasta Thomas Bidegain regresa con su segundo largometraje como director, un drama sobre un matrimonio llevado adelante con valentía por Mélanie Thierry y Gilles. Una hisotira con dos personajes que no aburre que nos agradan y ponen a prueba al espectador a entender hasta qué punto “la soledad” puede ser cómplice para la reconciliación en pareja.

Una idea sencilla, pero cargado de unos diálogos con mucho carácter dramático, y es la clave del interés por lo que le pueda ocurrirá lo largo de la trama y en una isla desierta. Y es que Ben y Laura inician un viaje de “última oportunidad”: una postrera coyuntura para ver el universo antes de que termine, pero asimismo para salvaguardar su relación. Y es que este viaje en un velero hasta los límites del mundo acarrea el límite, de alguna manera.

Al emplazar a sus personajes el director, en un terreno fuertemente incompatible, donde las intuiciones predominan sobre los emociones, de repente, exterioriza ese elemento de esta pareja, que ya establecida desde el comienzo del filme, es también lo que justifica su supervivencia. El habitante de la sala de cine se intranquiliza aquí, en efecto, por la resistencia de dos cosas: la de los interlocutores, y esta relación, también obligada a justificar su existencia.

No es la primera vez que el cine se involucra en este tipo de temas. En 1995, uno de los más originales, personales y emocionantes directores americanos coetáneos, Richard Linklater, labró una película claramente intimista, “Antes del atardecer”, el encuentro entre dos amantes, él, americano (Hawke); ella, francesa (Delpy), quienes en el último tiempo de su noche de amor se proporcionaban una cita en Viena.

Volviendo a la película que hoy nos ocupa, Thomas Bidegain substrae a la relación de la pareja su dimensión social contigua para conseguir su médula e intuir qué es lo que les consiente permanecer más allá de los aprietos, los discrepancias y las desilusiones. Los intérpretes (y protagonistas) revelarán la condición de su afecto mutuo y de su amor, pero asimismo expresarán lo que podría colocarlos en peligro. La supuesta debilidad de Laura dará paso a una admirable constancia, encarnada en la eficaz interpretación de la a ctriz francesa Melanie Thierry.