Aunque todos pensemos que esta saga de “Alien” es norteamericana
(y lo es), resulta que este reciente Alien cae en las manos de dos
latinoamericanos. Y es que de repente, y en su momento las
puertas de Hollywood se abrieron para el uruguayo Fede Álvarez y su coguionista
Rodo Sayagues, y que no desilusionaron entregando dos éxitos en su momento del
cine de terror —el sangriento reboot de “Posesión infernal” (2013) o “No
respires” (2019).
La primera de la saga en 1979 dirigida por Ridley
Scott con su obra maestra “Alien, el octavo pasajero” —aquella agobiante odisea espacial en la que
un alienígena iba arrasando a la tripulación de la nave Nostromo—, dicho “espécimen”
iba dejando únicamente con vida a la teniente Ripley —el personaje que proyectó
a la fama a Sigourney Weaver.
Y lo que vino después ya es historia: James Cameron
tomó —y por decirlo de alguna forma— el relevo de Scott, y con “Aliens, el
regreso” (1986), nos regaló una secuela un tanto más distante del horror claustrofóbico
del primer filme, ya que jugaba por la acción espectacular y por reproducir el
número de esa cosa alienígena.
Esta nueva entrega de “Alíen”, Fede se hace cargo paso
a paso del ideario del monstruo, y además, lo reverdece. El director reconquista
la casi hierática manera de reinterpretar el mito y hacerlo desde una nueva mirada.
Así lo hace ahora un director que ha logrado recargar de otros miedos a un
género como el de terror. La ficción se emplaza en el tiempo, y en esta término,
tiene como protagonistas a un grupo de chicos trabajadores de una colonia
minera que proyecta terminar con un aprisionado contexto laboral, acomodándose
en una estación espacial desabrigada, y con la finalidad de llegar hasta el
planeta Ybaga, en busca de una mejor vida.
La verdadera protagonista de la historia es Rain, una muchacha
huérfana que conserva una muy cercana relación con Andy, un humanoide que actúa
de hermano adoptivo —liberado y reparado por su difunto padre—. Desde el
principio de la película se apuesta por la química que hay entre los actores
Cailee Spaeny y David Jonsson en estos personajes de Rain y Andy para que ganen de manera expedita la empatía de un
público que concibe esa sensible relación vehemente que les une.
Sin ser la idea de Fede una cinta que supere a las
anteriores sobre Aliens, nos hallamos ante un ejercicio de misterio y emoción
muy elegante, del que acuerda anotar que solo será enteramente disfrutable para
quienes dejen el miedo y la veracidad a un lado. El guion del filme presenta un
montón de situaciones que en otras manos habrían rozado en soluciones algo
arbitrarias. Por momentos todo vale, y el director parece divertirse a lo
grande con su nuevo artilugio de terror y suspense, tan precipitado que
recuerda por momentos al Brian De Palma o Shyamalan más
relajados.