Sobre la cinta basada en el libro —ganador del Premio
Pulitzer— “Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert
Oppenheimer” de Kai Bird y Martin J. Sherwin; lo primero que se me ocurre
escribir, y queriendo acercarme a las declaraciones del cineasta Paul Schrader
(“Taxi driver”, 1976, “La última tentación de Cristo”, 1988) es que es la mejor
y más importante película en lo que va de este siglo. Pero hay dos argumentos
al respecto para defender mi introducción.
Primero, y lo
digo sin exageración alguna. El cineasta Christopher Nolan ha administrado con
éxito en su narrativa, un tono equilibrado a la manera y forma en que se ha
desarrollado la radiografía de un personaje sorprendente —fue portada en la revista
“Time”—. Un interlocutor que en el actor Murphy, su mirada, su expresión y sus
aspavientos nos entrega toda una psicología de un científico.
Una de las primeras cosas que salta a la vista en esta
cinta, es cómo Nolan no solo produce una narrativa tan personal, sino también
en su propuesta dramática arropada por una música acorde a su ritmo sobre una
historia del pasado, pero cargada de la zozobra e incertidumbres de nuestros
días sobre estos asuntos de guerras nucleares. Con una cámara firme, el
cineasta Nolan nos arrastra pues al otro lado de “la estación” (metafóricamente
hablando) desde y donde podemos entrever al ser humano través de un plano o
contraplano, sin que sea un simple encuadre. En este sentido de la gramática
cinematográfica y ante la ausencia de una linealidad narrativa, el montaje a
modo de intriga —acumulativa—, plantea un tono de thriller, para que el
habitante a la sala de cine no aparte la mirada de la pantalla.
Pero otro asunto para esta película que ganó todos los
premios de la industria del cine este año, tiene que ver que las imágenes contienen
algo que trasciende en su forma o apariencia. Si las imágenes se asignan, se
habitan, alojan evocaciones, y transfieren experiencias, es a través de esa compleja
naturaleza, donde nos situamos nosotros como sujetos que participan de un acto
perceptivo en el que todo ello cobra sentido.
Visto así el asunto, otra clave en este éxito tan
tremendo de “Oppenheimer” es la imagen aurática, y que tomamos como primer paso las
reflexiones de Walter Benjamin a propósito del “aura”. “Advertir el aura de una
cosa significa dotarla de la capacidad mirar”. Cuando en su artículo López de
Munain formula: ¿qué hace que ciertas experiencias perceptivas provoquen que
una obra adquiera una dimensión que excede a aquello que se deduce de su mera
materialidad?
“Quitarle la envoltura a cada objeto, triturar su
aura, es la signatura de una percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo
ha crecido tanto que incluso, por medio de la reproducción, le gana terreno a
lo irrepetible.” (W. Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproducción
técnica”, en Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1973, p. 25). Lo cierto
es que proyectar que observar aquello que no se ve pero que se “observa”, es porque
se concibe, y es también hablar de la fuerza de la forma.
“El aura no es un predicado aplicable estrictamente a
los objetos, sino más bien a la estructura de percepción del observador, a la
experiencia en él generada […]. Decía Benjamin que “si se definen las
representaciones radicadas en la “mémoire involontaire”, que tienden a
agruparse en torno a un objeto sensible […] el aura que rodea a un objeto
sensible corresponde exactamente a la experiencia que se deposita como ejercicio
en un objeto de uso”. De modo similar, Didi-Huberman añade que lo “aurático
sería el objeto cuya aparición despliega, más allá de su propia visibilidad, lo
que debemos denominar imágenes, sus imágenes en constelaciones o en nubes, que
se nos imponen como otras tantas figuras asociadas que surgen, se acercan y se
alejan para poetizar, labrar, abrir tanto su aspecto como su significación,
para hacer de él una obra de lo inconsciente” ((López de Munain, 2017).
Referencia
López de Munain, Gorka (2017) “Imagen aurática y
experiencia», e-imagen, Revista 2.0, Sans Soleil Ediciones, España-Argentina