Es
un poco complejo analizar esta película sin mencionar a Israel y todo lo que generó
desde que se declaró estado independiente, y todos los asuntos geopolíticos
subsiguientes. De todas formas, me voy a permitir analizar la propuesta de biopic
[que no lo es a la larga] desde el punto de vista de Golda Meir y como se “movió”
en la famosa guerra del Yom Kippur de 1973.
También
me parece interesante estar previamente informado al menos sobre todos estos
asunto entre hermanos a la larga, en el medio oriente. Y si bien, podemos
buscar el personaje a través de la historia, también puede ocurrir lo
contrario: la historia a través del personaje. En lo articular me quedo con la
primera opción.
La
actriz Helen Mirren (Golda Meir en la cinta) no ha interpretado tantos
interlocutores históricos en su auténtica carrera. Pero de alguna manera,
cuando lo hace, no solo contribuye a una destreza interpretativa íntegra, sino
asimismo un lucimiento señorial —como cuando caracterizó a monarcas como las
reinas Isabel I y II, y así como a Catalina la Grande.
Volviendo
al filme de “Golda”, la historia se centra en algunas decisiones y puntos de
vista de la primera ministra y la famosa guerra ya citada del Yom Kippur. En
este sentido la guerra se evoca a través de las noticias de los televisores,
evocaciones sonoras y algún que otro elemento que marque la época. El film no
es que sea el más brillante sobre estos temas, pero logra su interés en a la
larga la soledad de Golda Meir y sus decisiones fundamentales en un zona de
conflicto permanente.
La
película por lo tanto, revisa un contexto angustioso, y va
derribando su tirantez, a través de los arrojos de una mujer exaltados de
franqueza refrescante; lo que permite conquistar (por un momento, y esa es la
verdad) su más más firme anhelo. Golda al tomar las riendas de su país, no tuvo
necesidad de rebelarse y quebrantar los límites que a veces la vida misma nos
pone.
Indicábamos,
en fin, que la cinta se toma su tiempo para construir un retrato detallista, si
se quiere, de los escenarios que condicionan a Meir como personaje político y
como mujer. Y con lo precisa que resulta tanto la composición de lugar, como de
aquello que la oprime, y lo que la haría sentirse libre y su pueblo. Esta
motivación nos disuade a lo mejor no perder de vista sus ulteriores acciones y
sin juzgarlas en cuestiones de su ethos personal.