Después
de tanto debate que leí sobre este filme, con sinceridad creo (a parte del
mensaje que deja bien claro), que es una película menor que toca un tema de
actualidad. Pero que desde el punto estrictamente cinematográfico, su director
Alejandro Monteverde, si bien, sus imágenes más estéticas de la película
contienen, en sí mismas, una valiosa información añadida sobre la historia.
Todo pudo haber sido mejor. Por momentos, da la sensación que se rodó con
prisa.
Si solo hubiera que quedarse con un momento, y si algo delimitara intachablemente la sensación de la película y su desbordamiento sentimental, las escenas del último tercio del filme que se desarrollan ante nuestros ojos, sería lo esencial.Y es que el resumen del argumento es fácil, inclusive la historia de por sí acaricia lo poco peligroso —por su tratamiento—, siendo realmente un tema bien embarazoso.
Más
allá de los buenos propósitos al denunciar el director ese submundo y resaltar
al protagonista, “Sonido de libertad” no es lo esperado, ya que no logra buenas
escenas de acción en su solicito momento, su relato jamás logra tensión, los
diálogos muchas veces pecan de ceremoniosos y todo se va resolviendo de forma
tan obvia y cómoda.
El
director de “Bella” (2006) y “El gran pequeño” (2015), también coguionista y
además de realizador, se inspiró en la historia real de Tim Ballard (Jim
Caviezel, el Jesús de “La pasión de Cristo”), un individuo que durante más de
diez años se desempeñó como Agente Especial del Departamento de Seguridad
Nacional, pero luego se consagró a luchar de forma personal la trata de niños,
niñas y adolescentes.
Que
es un fenómeno en todo el mundo, y no solo en nuestro país, por supuesto.
La
trata de personas no es un fenómeno nuevo, tampoco lo es la trata de niñas,
niños y adolescentes. A lo largo de la historia, los individuos en condiciones
de vulnerabilidad, han sido tratados como productos, y explotados en beneficio
de otros. En el documental “Voces (contra la trata de mujeres)”, por citar un filme
reciente. A través de los testimonios de doce mujeres de diferentes
nacionalidades cuentan su experiencia, el documental intenta exponer todos los
elementos implicados en este complejo problema, cuyas cifras son alarmantes y
van en aumento.
La
trata de personas es un delito y una violación a los derechos humanos. Es una
situación que se presenta a nivel mundial, pero con una significativa
concentración en México [aunque el filme arranca en Honduras]. Colombia es un
país de origen, tránsito y destino de víctimas de explotación.
En
estos argumentos tenebrosos, las niñas, niños y adolescentes son quienes están
más expuestos a ser las víctimas de turno. Pero, fundamentalmente las niñas y chicos
en circunstancias de emigración, discapacidad, e indigencia concerniente a
pueblos o comunidades rurales. Esto ocurre en muchos casos, debido a que los
victimarios utilizan a personas menores de 18 años, que viven en tales
condiciones de pobreza o de desigualdad social. Además, sufren discriminación y
son víctimas de violencia por razón de género.
La
trata de personas con fines de explotación compone la esclavitud del siglo XXI.
Cada año, casi 3 millones de personas —el 80% mujeres y niñas—, son víctimas
del tercer negocio clandestino tras el tráfico de armas y drogas. En el caso de
la trata con fines de explotación sexual, este fenómeno aparece vinculado en
España a la inmigración.