viernes, 1 de septiembre de 2023

La importancia del corazón

 

En lo personal, cuando decido ver una película lo primero que observo es su director, y es el crédito de primer orden para determinar lo que quiero ver. Sin lugar a dudas, es el crédito que motiva a cualquier cineasta. En este caso de “La importancia del corazón”, estamos a la más reciente película del cineasta. Nadie diría que Bille August forma parte de la élite de cineastas que ha ganado dos veces la “Palma de Oro” en Cannes (“Pelle, el conquistador” y “Las mejores intenciones”).


Cuando Stefan Zweig tituló su novela “La piedad peligrosa”, no podía ser más manifiesto. Una historia hermosísima y que con la cámara y puesta en escena de August (sobria, elegante, sin sobarle nada) atrapa desde sus inicio. El asunto va de los conflictos de clase y la tensión entre lo que simulamos sentir y lo que dejamos a un lado; lo que podría haber dado pie a un melodrama impetuoso, con la amenaza del estallido de la Primera Guerra Mundial como telón de fondo.

La época y los contextos con incondicional respeto a su origen literario son unas situaciones militares y aristocráticas: un joven oficial, una joven imposibilitada por un accidente, su padre, un noble Barón que vela por el bienestar de su hija, y la esencia de la historia, son “Los peligros de la piedad” —título más exacto, si bien, “La impaciencia del corazón” no aparezca del todo impropio.

Con la finura de siempre, el cineasta emprende un planteamiento que se dispara hacia el futuro de unos personajes y sus propias incomodidades: como resuelven a la larga el fin de sus propias vidas. La cámara de August trata con sutileza —casi mimando—, a sus personajes; y sin penetrantes primeros planos, encuadra a la película en el terreno de la intimidad más personal. Con sus rostros y sus personalidades, y sus palabras, expresan cabalmente el tono y la intensidad de sus respectivas apuestas, y las apuestas ganan.