“Retribution” es lo reciente del actor Liam Neeson —ya
acostumbrado a este tipo de argumentos—. De todos modos, la película “Contrarreloj” (en nuestro
medio), manifiesta ser el tipo de acción y fácil de diseño para atraer a las audiencias
internacionales. Este es el tercer filme en versión de la película española de
2015 “El desconocido”. A la que siguieron las versiones alemana y surcoreana.
Neeson interpreta a Matt, un tipo de negocios sin destrezas
particulares, que manifiestamente ha estado relegando a su esposa —Embeth
Davidtz, reuniéndose con el actor, 30 años después de “La lista de Schindler”—,
a su hijo adolescente (Jack Champion) e hija (Lilly Aspell). A ruegos de su
esposa, Matt accede a regañadientes transportar a los niños a la escuela, y ahí
es cuando comienzan los problemas. El
suspenso consigue su punto máximo, bien temprano, cuando el padre de familia tiene
que quitarles los teléfonos inteligentes a sus hijos, hablándoles sin
asustarlos con la verdad de la realidad de rehenes en la que se han visto
arrastrados.
El director Nimrod Antas (“Predators”), además despliega
el caos vehicular con la mayor amenidad y turbación visual viable, esencialmente
en una escena concluyente en la que Matt es sitiado por la policía en un túnel.
Pero hay mucho de est escena y premisa trillada, ya observada en muchos filmes
del género.
En “Retribution” pues una dosis acaba, artificial y discretamente
económica de suspenso posterior a otros filmes con las mismas características. La
competencia de Neeson se somete al asiento del conductor de un Mercedes. A este
ritmo, el destino pronto resolverá el misterio.
No se puede decir mucho más, ya que es una película
que, si bien tiene el suspenso y la acción necesaria para entretener un domingo
sin tener nada más que hacer, resulta a la larga un filme fallido, pues siempre
recordaremos que todo fue visto y de otra manera, en otro filme.