Pocos días antes de morir, Tchaikovsky dirigió en Moscú su Sinfonía núm. 6 (1893), más conocida con el nombre de “Patética”, obra principalmente indicadora de la complicada naturaleza del músico, y del drama introspectivo que envolvió su existencia, angustiada por una homosexualidad inexpresiva, y un firme y enfermizo estado depresivo. De profundas proporciones pero diversa, esta partitura irradia —quizá mejor que las otras—, los propios distintivos del estilo de Tchaikovsky y la variabilidad de su ensueño, que tendía a “esparcir los oportunos temas, en lugar de unirlos en un enfoque constructivo y unitario”. El mismo año de su estreno, 1893, se declaró una epidemia de cólera; contagiado el compositor, el achaque puso fin a su existencia.
Esta podría ser a mi juicio la evaluación del músico
ruso y este filme por su grandeza en todos los sentidos. No obstante, el
director Kirill Serebrennikov se detiene en la vida escondida de
Antonina Miliukova
—Alyona Mikhailova, desgarra y secciona su papel,
y hacer quizá, su mejor actuación—, una dama oculta que fue defenestrada en
vida y rotundamente borrada después de su muerte [murió loca de amor por el
músico ruso] cuando la Rusia de los Soviets se entregó, tal y como registra el
propio director, “a limpiar el mito de cualquier rastro de polvo lujurioso
capitalista”.
El amor que Antonina Miliukova siente por el
compositor de “El lago de los cisnes”, es tal que, luego convertido en ímpetu
autodestructivo, es, en sí mismo, una forma de desavenencia. Es esa mujer adherida
a un objeto de deseo que la impugna, la humilla, la borra de la vida pública,
pero no deja su tesón de reclamar su espacio —en un discurso en el que profesa
pleno derecho a pertenecer.
Kirill Serebrennikov es para este cronista un
genio, y posee en lo cinematográficamente hablando, un enorme
sentido del encuadre y su encadenamiento,
con lo que reconcilia la historia de esta señora infeliz, obsesionada y fastidiosa
en un fenómeno visual, en el que cada instante es más extraordinario que el
anterior. Cada elegancia del encuadre y cada escena es una hermosa ostentación
de composición fotográfica, en un milimétrico juego de emplazamientos de cámara
y puesta en escena.