En este documental la directora de “El agente topo” plasma
la relación entre el periodista Augusto Góngora —que sufre Alzheimer—, y su
mujer, la actriz Paulina Urrutia. Una historia sencilla que se presentó en la
Berlinale tras ser galardonada en el Festival de Sundance.
Achaques degenerativos mentales como el Alzheimer suelen
ser presentadas, en la vida y asimismo en el cine.
“La memoria infinita” que ganó el premio al mejor
documental internacional en el Festival de Sundance, añade como una penetrante y adecuada metáfora,
el trabajo periodístico de Augusto Góngora. El subgénero muy frecuentado del drama de padecimientos
neurodegenerativo puede ser tan horrorosamente oscuro que con frecuencia se
siente como una desagradecida zambullida en la desdicha.
No obstante, de vez en cuando en la historia del cine,
surge una película que destella tales condiciones irreversibles y con nuevas configuraciones.
Mia Hansen-Løve logró eso el año pasado con “One Fine Morning”, trasladando una
complejidad vehemente y empatía, en la disputa de una lozana viuda para poner
rumbo a los retos de su vida —entre ellos, la demencia de su padre—. Y en este sentido
el filme que hoy nos ocupa, aporta maneras análogas al estudio —no ficción— en
un tema dolorosamente tierno.
Con base en lo anterior, en “La memoria infinita”, el motor de esa “batalla
a la enfermedad” es la pareja de Góngora durante 25 años. La actriz convertida
en ministra de cultura y artes, Paulina Urrutia, con quien se casó en 2016, y dos
años después de su prescripción. Su valor, fervor y confianza casi inalterable
mientras guía rendidamente a su esposo a través de la creciente niebla de su
pasado y sus vidas juntas, proporciona a la película un aspecto tranquilizador,
inclusive, cuando queda claro que la expectativa solo los transportará hasta
cierto punto contra un padecimiento despiadado.
Película pues muy sincera que nos pone en alerta sobre
este tipo de enfermedad. Pero sobre todo, tener a alguien capaz de llevar con
paciencia lo que el final de la vida ofrece. Excelente filme, no por su
realidad verdadera, sino la manera en la cineasta nominada al Oscar Maite
Alberdinos cuenta, lo que muchas veces no tiene solución.