Dice Mantiene Scorsese en una de sus reflexiones
favoritas que el cine no es nada más que el arte de la manipulación del tiempo.
Y, un poco más poético y menos profesoral, siempre que tiene ocasión recita eso
de que «el ritmo es el latido del cine». “Killers of the Flower Moon”, su reciente película, se puede definir de mil maneras. Los hay que preferirán
referirse a ella como una, la enésima, reformulación del más clásico de los
géneros, el western. Pero ya antes de que se acabe de leer la frase precedente
asoma el bostezo. ¿Cuántas veces se puede reinventar el western?
“Killers of the Flower Moon” es, ante todo, una
oración fúnebre, una cantata profunda y desangrada, detenida en una de las
mayores humillaciones de las que pueden avergonzarse los humanos. Todos ellos.
Impresiona sobre todo el ritmo, la cadencia solemne con la que el director
invoca al último aliento de humanidad que pueda haber en una sala de cine. No
hablamos de la humanidad que transpira, sino de la otra, de la que inspira.
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Fuente: https://www.elmundo.es/