Van diez secuelas de “Rápido y furioso”. Así será el
negocio que la historia, además perdura, y no es nada del otro mundo. Con
sinceridad he visto tres (la primera, creo que la quinta y esta última). Una
película trepidante de principio a fin, para al final dejarnos en duda de
muchas cosas, evidenciando así el filme número 11 y su género blockbuster.
El concepto blockbuster queda circunspecto muchas
veces a películas con un gran presupuesto —o grandiosos resultados de
taquilla—, pero hay todavía más. Sobre todo, si
se tiene en cuenta lo que el vocablo representa textualmente en inglés:
“busting blocks”, que se traduciría como “rompiendo bloques”.
Sin embargo, Julian Stringer recordaba en su libro
“Movie Blockbusters” que este vocablo usado hoy para narrar un tipo de
películas que “bebía” de la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes utilizaron el
término “block buster” para representar las bombas de gran escala que usó la
“Royal Air Force” de Inglaterra contra las urbes alemanas.
Pero después de este repaso histórico. Hablemos de los
protagonistas, ya que no son solo especialistas conductores de vehículos de
carreras, camionetas, furgonetas y cualquier auto con volante, freno y
embrague. Todo dirigido por el asombroso Dominic Toretto (Vin Diesel) quien
trabaja para una oficina gubernamental secreta, y vela, a su manera, por los beneficios
de la patria. Y pare de contar. Es una historia bien sencilla, y hasta
empalagosa por momentos.
Vin es cruel pero es tierno. Pone a las mujeres en el
podio exacto. Es probo con sus amistades, principalmente a los muertos. Y
mientras se mueve por el mundo inducido por una mixtura no cuantificable de
obediencia solemne y un amor propio, te hace opinar que todas las impugnaciones
que encarna, pueden nivelarse con su sonrisa torcida.
Muy diferente en cuanto al guion, este filme en
relación con el primero (y por supuesto, mejor cinta), en la que aparecía Elsa
Pataky de policía y que luego la mataban. Pero, ¡bueno! Hay que señalar que
esta debe la película en el mundo con más “Deux Es Machina” [toda trama que se
resuelve a través de un elemento, personaje o fuerza externa que no haya sido
mencionado con anterioridad y nada tenga que ver con los personajes ni la
lógica interna de la historia]. Esto el cineasta Louis Leterrier lo sabe, pero
lo acepta, y sus razones tendrá.
A la idea de que Dom Toretto (Vin Diesel), vive
tranquilo con su mujer e hijo. De pronto [así porque sí] sabe que una misión
que tiene en Roma es una trampa. Y emprendemos entonces viajes enloquecidos a:
Río de Janeiro, Londres, Portugal, la Antártida... Para llegar a un final
merecedor de un aventura del siglo XIX. Y lo expreso por eso del
«continuará»...
Hasta aquí llegaría una reseña, pero igual se podría
subrayar que, más allá del clímax más “demencialmente” comprensible (las
pavorosas acrobacias aéreas finales de Toretto al volante de su vehículo) y de
una radiante, textualmente explosiva secuencia en las calles, lugares,
escalinatas y viaductos de Roma. La película desilusiona por el penoso
acaparamiento de figuras narrativas relacionadas, por la inmutable riña
sensitiva sobre los lazos familiares, por la abundancia de escenarios
irracionales y por el prescrito carisma del villano, que inclusive se accede,
en una escena calcada de otra de “Misión Imposible”. Y si bien, la acción sigue
siendo delirante, hay indicios de que esta saga acabe pronto, al menos que
hayan guion más acorde a un público que ya no come de cuento.