El término Verantwortlichkeit, el símil alemán que en
nuestra lengua es responsabilidad. Es utilizado una sola vez en los escritos
kantianos. Para hallarlo hay que acudir a “La metafísica de las costumbres”
(1797). En el texto, se define Gewissenhaftigkeit, como, la «concienciación» [habría
que plantearlo así en castellano para expresar esa escrupulosidad propia de
toda conciencia moral]. Pero que a través de los personajes observados en la
película, no existe, y solo el habitante de la sala de cine sé que la tiene.
Sería bueno precisar que la escritora alemana Hannah
Arendt en “Eichmann en Jerusalén”, ensayo sobre el juicio del criminal de guerra
nazi Adolf Eichmann, y acerca las causas que permitieron el Holocausto; que
durante las preguntas de la policía israelí una vez detenido, alguien le
cuestionó sobre su idea de acabar con los judíos, ya que todo era inútil,
habita cuenta que el destino de ellos ya estaba trazado. La respuesta de alguna manera se pueda hallar
en esta película que está basada precisamente en hechos reales y es cuando el
20
de enero de 1942, dizque apreciables representantes [líderes
de las Schutzstaffel (SS)] del régimen nazi alemán, se congregaron en
una villa de Berlín-Wannsee para una “tertulia” que pasó a la historia como “la
Conferencia de Wannsee”, en la que se concluyó el crimen sistemático de 11
millones de judíos [a la postre fueron seis], pero expresa el horror de esa
parte de la historia alemana.
Si hay algo que logra esta película [a través de los rostros de
los actores], es trasferir la asombrosa frialdad con la que [ellos], el partido
nazi solventó sus políticas de aniquilación de los judíos. La verdad me cuesta
creer que el ser humano haya llegado a ese punto tan soez. De todas formas, la “Conferencia
de Wannsee”, es una prueba incuestionable de la exacta planificación con la que
se puntualizó el Holocausto. La verdad ¡qué tristeza!
En
lo estrictamente cinematográfico, la puesta en escena de “La conferencia” es un
poco tozuda [largos parlamentos en plano y contraplano igualmente largos], pero
un espontáneo ajuste de la escrupulosidad criminal de esa “conferencia
siniestra” en la que nunca se cuestionó la carnicería [ y perdone que sea así
de claro], pero sí se discutieron a modo de formulismos burocráticos; el envío
de las mártires a los campos de exterminio y su incineración ulterior en hornos
bosquejados claramente para las cremaciones.
Al
observar con detenimiento la conversación entre los jefes nazis, las dificultades
que surgieron nunca estuvieron relacionadas con ningún sentimiento de pesar y
cargo de conciencia [se habló de costos]. ¿Qué hubo diferencias? Sí, pero con la
intención nada moral de subir eslabones posteriores para una “meritocrática”
dentro del régimen. Aquí el asunto es sin embargo, que si bien las palabras
«culpa» y «responsabilidad» no se disipan demasiado en las mentes nazis, y que
Kant identificó en el “opus postumum” con la razón ético-práctica y auto
legisladora. De todos modos, este asunto filosófico, nos invita a la ética,
donde como espectadores sí compone conceptos claves de la reflexión moral.
Hitler
fue la cara más visible del horror, la insignia oscura que subsistió en la
Historia. A decir verdad, su “figura” estuvo amparada por una maquinaria inhumana,
donde la animadversión, era esa pócima potente desperdigada por un aparato de
propaganda que logró la confabulación de una gran parte de la sociedad alemana
sin conciencia moral.. De hecho, según el Kant de la “Metafísica
de las costumbres” (1797), y parafraseando su sentencia: «el ser consciente de
un “tribunal interno” dentro del hombre —tribunal ante el cual sus ideologías
vienen a excusarse o culparse recíprocamente—, compone la sabiduría moral».