La pareja de matrimonio
conformada por Alice (Florence
Pugh) y Jack (Harry Styles) tienen la suerte de vivir en la comunidad
idealizada de Victoria [y todo muy bien organizado]. Pero más allá de esta
cálida apariencia y ubicada en los años cincuenta, es un thriller psicológico y
distopía [feminista, si se quiere]. Y es que Alice de pronto, comenzará a transigir
breves trastornos mentales, desde algunos déjà vu triviales, pero misteriosas alucinaciones
efectivamente embarazosos.
Con
alguna evocación a El show de Truman (Peter Weir, 1998), la película de Olivia Wilde
que hoy nos ocupa, si bien en el primer tercio habla de la importancia del consentimiento
bilateral para llevar a cabo una vida feliz, de pronto Alice y como manera de zanjar
con cualquier equívoco que pudiera germinar en una situación descubierta, ya
sea ejercida bajo el uso de la razón o no, termina involucrada con aquella fina
línea que separa la realidad-irreal, de lo real verdadero. De esto habla la
película, de vacíos de existenciales [y no tanto], difíciles zonas grises a las
que se pueden agarrar los pensamientos instigantes, cuando no se puede explicar
si hubo o no algún evento a dilucidar. Y si la verdad cómo una única realidad
universal puede ser contada o distorsionada; llegando a convertirse en
relativa, sin que se llegue a saber a ciencia cierta qué está sucediendo en
realidad.
Basada en un
guion original, su escritura realiza un correcto trabajo de construcción de sus
personajes, haciendo que al asistente a la sala de cine se cree una imagen muy despejada
de cada uno de ellos, si bien con sus luces y sombras. Así sucede, sobre todo,
con el protagonista masculino, un joven y brillante profesional, de quien
pronto comenzaremos a dudar sobre cual es realmente su fachada Aunque la primera
imagen que nos llevamos es la de un joven sensible y feliz.
Película pues
buena en términos generales, una historia muy atrayente y necesaria, sazonada en
dilemas morales, y creadas para formar discusiones, aunque no para encendidos
debates. Y es que si el espectador se
ve de pronto enfrascado en una estructura anti narrativa, la cual irá avanzando
con base en las decisiones tomadas por algunos personajes [cuyo rasgo vital es
la vaguedad moral]. De todas formas, si al final siente que le faltó algo a su
percepción final sobre el filme; recuerde que las narrativas hoy día tienden a
tener un final abierto y se corresponden claramente con la visión del director,
yendo de la mano con la ideología que estructura la historia.