Se anuncia para diciembre el estreno de “Avatar: el
camino del agua”, de James Cameron. La idea de los productores y salas de
exhibición, es que antes de la llegada del filme se pueda volver a ver la
primera cinta que la origina: Avatar. Y
mientras todo se da, aquí les dejo mi análisis de la primera que se exhibe en
las carteleras locales de la ciudad.
Más allá del personaje Jake Sully (Sam Worthington), un ex-marine, y todo lo
que le sucede (no cometeré spoilers) y si el origen de la vida es un evento en un mundo
gobernado por el azar y por lo tanto no es demostrable. Esta tesis fue airosamente
discutida por Jacques Monod en su libro “El azar y la necesidad”. Pero primero que
todo, es necesario interpretar la vida como un hecho fortuito y desconocido.
Ahora, el ser humano —su “¡Máxima Expresión!”— a
través de su diligente vida existencial, la ha orientado muchas veces a complejas
combinaciones preceptúales, y la “energía del cosmos” [magistral y bellamente
metaforizada en la película] la ha dotado de capacidad para reproducirse,
originando lo que podríamos designar como los potenciales vitales —manifestaciones
biológicas— que nos rigen.
Sin embargo, desde el punto de vista de la
neurociencia, no debemos olvidar que el mundo en el que vivimos, no es lo que
parece exteriormente. Entonces, bien vale formular la siguiente pregunta. ¿Por
qué, y lo reitero con énfasis, nuestra facultad perceptiva y cerebro
—información sináptica— actual no tienen posibilidades de ir más allá, y vemos
las cosas de acuerdo al desarrollo sensorial y la capacidad intelectual
alcanzada en cada uno de nosotros?
Entonces, la idea madre de “Avatar” es que el primer
enemigo a vencer uno como hombre, es uno mismo. Que en ese diálogo interior
—sobre esta vida y la otra—, en esa búsqueda del Nirvana [palabra sánscrita,
utilizada en oriente para referirse al momento de extinción de los deseos
materiales], solo uno [usted, por supuesto] es absolutamente capaz de hallarla
[metaforizada en “Tsahik”] y también, al mismo tiempo, derrotar los prejuicios,
simbolizados en el film en batallas y luchas cuerpo a cuerpo.
Ahora, James Cameron lo condiciona con su estilo
sublime y magistral, que si no forma parte del imaginario colectivo, ¿de qué
otra forma podemos señalar visualmente los recovecos del alma? ¿Cómo debe ser
ese viaje interior —o información sináptica entre las neuronas—, excelentemente
simbolizada en la película a través de “El árbol de las voces” o “Las semillas
del árbol sagrado”? ¿Cómo hablar con uno mismo (“Tsahik”)?
Reiterando la idea que “las diferentes realidades son
distintos modelos del mundo”, el conocer directamente o a través de
percepciones sólo las apariencias que nos rodea, Neytiri (Zoe Saldana), la
novia de Tony en “ese otro mundo”, es la visualización magistral y metaforizada
de que la realidad está instituida por el hecho de observar y crea la
conciencia. Si no hay sabiduría de que algo existe, simplemente queda relegado
a otra posibilidad.