sábado, 24 de septiembre de 2022

'A Jazzman's Blues'

 

“¡Un jazzista en clave de blues!” Es sin apariencias una bella película escrita y dirigida por Tyler Perry. La historia que arranca en 1987, posee un arranque interesante, y es cuando en 1947 una señora mayor entrega un puñado de cartas a un detective en su oficina para que investigue un crimen. De manera que en un flash back (la historia regresa a 1937 en Georgia) se empieza a narrar lo acaecido: una historia de amor improbable entre un joven de color Bayou y una chica blanca llamada Hattie Mae.

Con “A Jazzman's Blues”, Tyler Perry expresa ser, más que nada, un válido cineasta para melodramas de estas características. La película, que se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto este año, si bien aparecen aquí casi todos los estereotipos sobre los negros y hasta pasajes bíblicos: el mulato infausto, los problemas por ser negro en una sociedad hipócrita y de apariencias, etc. La película no pierde su interés.

Dos partes entonces, los encuentros entre la pareja de enamorados y amor imposible independientemente del color de piel de los protagonistas, siempre resultan ser resortes dramáticos válidos para los espectadores [además hay escenas muy bien logradas en el sentido del amor verdadero]. En este sentido, la regla es la misma aunque varíe contextos históricos y raciales. De todas formas, el amor es el amor, y muchas veces promete la imposibilidad de amar, aun estando locamente enamorados. Las diferencias raciales no existen en sí mismas, lo que hay son discrepancias personales que vienen ofrecidas por la educación recibida en cada individuo, no por la raza. En este caso concreto los amigos de Bayou y una chica blanca llamada Hattie Mae.

Y por el otro la música jazz y blues y el cine. Pero esa fusión entre cine y jazz, siendo cierta, ha ocultado o ensombrecido metafóricamente hablando otras facetas de este matrimonio en muchos momentos feliz musicalmente hablando. Películas musicales, biopics tanto supuestos como de músicos reales, apariciones de intérpretes de jazz en números musicales o bien escoltando alguna escena, bandas sonoras de compositores con marcadas influencias jazzísticas o directamente jazzmen que ejercieron de autores de las misma, es la riqueza histórica e este cine de nunca acabar y que en lo particular me agrada. Y es que según reza la canción que canta Bayou en Chicago: “¿De qué vale la música si no tiene algo dulce?”