Película de acción trepidante al más alto estilo de
los filmes de Bond (James). Estamos pues ante una cinta cuya trama si bien no es
traída de los cabellos, está cargada de buena dosis de espionaje y muy a la par
de los cineastas de Anthony y Joe Russo [según la crítica internacional, los
directores de las dos excelentes entregas de “Los Vengadores”: ‘Civil War’ y
‘Endgame’].
Sin cometer spolier alguno, este tipo de películas
[con justicieros de alguna forma], evocan el cine de una época donde estrellas
de la talla de James Coburn, Burt Reynolds o Charles Bronson fraccionaron
cualquier dimensión que pudiera ser real del género, apropiándose de esos mismos
retratos orgánicos: un cine violento que acoplaba la idea inicial y enigmática
del hombre con la del patriota [medio surgido de una sociedad que pareciese
utópica, acorde a la filmografía de los dos actores citados].
Un villano y un héroe [y con dama incluída como el ángel salvador] que sin estar cogidos de la mano, y al borde de un ataque de nervios, se enfrentan en un sentimiento de casi nunca acabar. La verdad no salgo del asombro por la espectacularidad de la cinta [muy comercial por supuesto]. Una ideología en la cinta que pese a gestarse entre antagonistas, traspasa la misma antigua tendencia de este tipo [y estilo visual] de cintas. Y es que cuando ciertos personajes que escapan del sistema, para adentrarse en la jungla del horizonte más criminal: los protagonistas hallan en el mito circunstancial, la singularidad de aquellos patriotas norteamericanos. Sobre la imagen nítida de aquellos hombres confinados a las sombras, redimen con base en discutibles soluciones morales toda una gama de buenos y malos pensamientos. Película pues y lo reitero, para esta sociedad de consumo.
¿Que hay muchas cosas más que decir? Sin lugar a dudas, pero quedé tan extenuado de tanta acción, que prefiero usted descubra porqué la recomiendo, aunque nunca ganará un premio importante de la industria del cine.