La película “Crimes of the Future” [cuyo título es
reiterado, ya que el director canadiense lo utilizó en su segunda película
estrenada en 1970] parece lucir con más orgullo su genética cronenbergiana. Y
es que el director de cine David Cronenberg a raíz de la reciente restauración
de “Crash”, tenemos la oportunidad formidable de observar una de las películas
que mejor especifica el legado del cineasta.
Respecto a su flamante “Crimes of the future”,
presentada en el reciente festival de Cannes 2022, no es ajena a todas las ideas
que, según el cineasta, “identifica” al ser humano y que nunca deja de ahondar en el terror
profundo a perder el control sobre lo que llevamos dentro y aquello que nos iguala
o nos invalida como seres humanos [por ejemplo, la escena entre muchas otras,
la de “escuchar” (nos), en el primer tercio de la cinta, y que se refiere a la
danza del hombre lleno de orejas por todas partes, sería una de las claves en
este lectura].
Y es que si con la llegada de la postmodernidad que reemplazó
una percepción absoluta de la realidad por una relativa que es creada, fabricada
y producida por el mismo hombre, según el contexto en el que se encuentre; el
cineasta —autor de “Scanners”, “eXistenZ” y “Videodrome”— tiene claro que el
cine de género(s) es el que “rasga” cuestiones que en principio no deben ser
fragmentadas, y en las cuales el cineasta apoya toda su ideología, pero a
través del personaje Saul Tenser (Viggo Mortensen). Un afamado artista
performance, que escenifica [fíjese usted] las mutaciones de sus órganos en
espectáculos.
Película pues que cargada de diálogos, ostenta lo que
denomino “un acto de subversión redentor”, que manejado a la extravagancia [a
lo mejor sin conciencia], muta a mi entender malignamente en herramienta de
sumisión la incógnita de ¿para uno mismo? Pero tampoco es una idea novedosa. De acuerdo con
Fromm (2007) con la llegada de la Ilustración nace la noción de un sujeto
autónomo capaz de dar cuenta sobre sí mismo. Este conocimiento sobrellevó a que
en la modernidad, el sujeto esgrimiera sus características propias en beneficio
de su realidad exterior, es decir que sus conocimientos y recursos tanto
físicos como intelectuales, debían responder a las parquedades sociales del
momento, que en la película es la metáfora y el cosmos habitado por la
enigmática Caprice (Léa Seydoux) y Saul Tenser (Viggo Mortensen).
Con respecto a Caprice (Léa Seydoux), la compañera y
socia de Tenser, en ese universo donde el tormento del sufrimiento pareciese
desaparecer, no es otra cosa que afirmar la alegoría del ser humano que deambula eternamente entre lo dotado
de belleza, lo maligno y hasta la tecnología. Por consiguiente, como indica Gergen (2006) la
saturación social, o intercambio masivo entre culturas, genera que el sujeto tenga
una multiplicidad de modelos de vida entre los cuales debe seleccionar, en vez
de dirigir su comportamiento espontánea y auténticamente [parte final del
filme]. Ante cuerpos enfermos y transformados para Cronenberg [y es lo que
intuye el habitante de la sala de cine], dicha tecnología es una bifurcación de
nosotros mismos [desde el punto de vista semiológico es lo que se denomina prótesis
simbólica, y no una personificación del carácter humano].
Cronenberg no deja ninguna duda de su cine [casi
siempre repugnante]. Un guion que ofrece un variado y diverso estudio del
cineasta en lo que respecta a diferentes etapas de su filmografía: thriller, “body
horror”, acompañada además, de agravios metafísicos a través de los diálogos de
los personajes, evidenciando una asiduidad de su demencial credo. Lo que ha aprehendido
Cronenberg a sus 79 años, no puede ser otra cosa que: “insolencias abstrusas”,
conclusión para un cinéfilo normal y corriente, si bien, en los festivales de
cine es aplaudido.
De manera pues, película capaz de medirse sin desafinar
con otras obras suyas “esculpidas” en el celuloide. A mi juicio una
conspiración “neonoir” [esgrime gran parte de los elementos del cine negro,
pero que alterna argumentos con contenidos reales y presentes] descargando dispositivos
en el relato y la misma historia, aferrándose a la banda sonora de Howard
Shore.
Referencias.
Fromm, E. (2007). La vida autentica. Paidós.
Gergen, K. (2006). Del yo a la relación personal. En:
El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. Paidós.