“La roya” es la reciente película de Juan Sebastián
Mesa que pasó por FICCI 61, en la inauguración del certamen cinematográfico de
Cartagena de Indias. La historia es bien sencilla: Jorge vive en una finca cafetera
en medio de un selvático lugar alejado de la ciudad. Él es el único joven que
ha decidido quedarse en el campo y recolectar café [y que nadie quiere
recolectar, afectada además, por una fuerte plaga].
Cuando en el último tercio del filme, el perosnaje
Jorge confronta de nuevo la ciudad, es cuando surgen las reflexiones entre el
hombre, el campo y la ciudad. Digamos en un principio que la película codifica
la posición social y personal [generada por el contraste ciudad-campo]. Con
estas señas, Mesa construye una película que se detiene a no perder de vista que
es lo que realmente satisface el alma del individuo. Y más allá de una puesta
en escena [sin angulaciones extremas y largos travellings] y especialmente en
la primera hora del largometraje, el cineasta de pronto, en la identidad
genérica del drama, nos invita a que la observación y el diario sentimiento más
verista y sin estallidos románticos; nos permite que celebremos la maleabilidad
expresiva del medio que se habita.
A lo mejor la película evoca una emoción donde lo que
una vez fue, ahora es huella muerta en paisajes urbanos que conocieron los años
de primavera y ahora, hacen volver las miradas a mi pasado más reciente. La
historia de Jorge es la radiografía pues y un ejercicio de expiación de géneros,
y sin ser llevados al límite de las disposiciones clásicas [y convencionales]. Asimismo,
reflejan a un cineasta muy cómodo en ese encuentro entre el campo y la ciudad, siempre
con una cámara que sabe determinar el movimiento psicológico de sus personajes
en cada secuencia observada.
El cine nunca ha estado ajeno a este tipo de
historias. Viene a mi memoria, el director estadounidense John Ford, quien
adaptó al cine la novela del escritor John Steinbeck, “Las uvas de la ira”, en
1940. El libro se publicó el mismo año de la producción de la película. Dicha premura
solo puede ser entendida si cavilamos en Hollywood y en sus grandes y poderosos
estudios sin lugar a dudas.
Si para nosotros el cineasta John Ford intentara
desprenderse de una supuesta conciencia de clase con sus declaraciones, es
imposible contemplar “Las uvas de la ira” y no centrarnos y emocionarnos en esa
evolución que sufre la familia Joad y demás seres humanos en similares escenarios
[desde la discrepancia y decepción, hasta ese desencanto y lucha, acabando por
la toma de conciencia]. La que toma Jorge en ese mismo camino metafísico, si se
quiere ver así.
Sin necesidad de recurrir a complicados artificios, el
cineasta Mesa se sale con la suya: al mismo tiempo que sentimos la soledad; nuestro
personaje no experimenta una desconexión con lo propio, con lo que siempre ha pensado
como suyo y tratado como tal. A modo de conclusión “La roya” es la metáfora de
la tierra prometida, y un joven que logra entender la fuerza de su interior, y que
todos poseemos en ese pedazo de una alma formidable. En definitiva, percatamos
de que un hombre no sirve para nada sin esa toma de conciencia que adquiere a
fuerza de observar la realidad verdadera y proseguir su camino