“Fue la mano de Dios” es del oscarizado guionista y
director de cine italiano Paolo Sorrentino, que nos presenta la historia de un
chico, Fabietto Schisa (Filippo Scotti), en el ruidoso Nápoles de los años
ochenta. Pero, aparte de esta simple discreción de la cinta, da la impresión de
que Sorrentino es condesciende con su particular esbozo, sobre el devenir de
unos personajes con pinceladas muy propias y un melodrama ardoroso y entretenido
en exceso.
El responsable de “La gran belleza” o “Il divo”, eternamente
esgrime una [o su] historia, con todas
la variaciones de una obsesión llamada Sorrentino. Para ello une a una serie de
personajes [afines] y diálogos sobre la vida de los demás o la mirada de
Fabietto. Reviviendo pues la mocedad que Sorrentino quiere que percibamos, es cómodo
rastrear el origen de ese modo de mirar del director: única.
La película en terca maniobra del relato de su
director, cuenta y refiere el espíritu de su infancia a través de sus progenitores
[un padre (Toni Servillo) irrenunciable, una madre (Teresa Saponangelo) burlona
y una permanente familia con una tendencia a lo irreverente o extravagante]. De manera que la
primera mitad de la película, es un retrato descriptivo del cineasta, sin
esconder nada [ofuscación] de su vida familiar.
Pero ¿por qué en todo esto Maradona? Pues si nos
atenemos a aquella mano del futbolista en su gol frente a Inglaterra en 1986
que fue válido [y que observamos una vez más en el filme], podríamos confrontarla
a esa vida [del cineasta] a través del
joven Fabietto y esa “mano de Dios” para salir adelante ante una familia [casi
que todos unos locos]. Aunque en el guion de la película, donde el diálogo
entre los personajes —legítima clave del filme— sea potente y delirante; de
pronto, el humor que esgrime no consigue el nivel de enredo orquestado en una idea
tan susceptible de ser como es: disparatada
apariencia de un ser humano que nunca está satisfecho.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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