Acaban de dar en nuestro país día sin IVA, y si se ven
las noticias sobre el aglomeramiento en los grandes almacenes, se queda uno
mudo, Pero ante la idea de que el Covid 19 legó para cambiar a los seres
humanos, nada de eso pasa ni pasará. El ser humano es, y, seguirá siendo el
mismo desde que la humanidad existe como tal.
Y es que para verificarlo solo hay que ver este filme
de Chaplin de 1936. No ha pasado nada con el ser humano, la sociedad y las
industrias. En la que probablemente sea una de las mejores sátiras realizadas
durante toda la era cinematográfica del siglo XX, Chaplin presentó al mundo los
esquemas, ridiculizados hasta el extremo, de la era industrial actual.
Desde el punto de vista de Charlot, pelmazo y sentimental
incurable con bigotito, chistera, báculo, traje gastado, zapatos de bufón y contoneos
de pato, somos testigos de las perpetuas adversidades de este inventado interlocutor
que, en esta oportunidad, lleva a cabo una pelotera colosal e infructuosa para
tratar de adaptarse a una colectividad que va exageradamente deprisa.
Trabajos aburridos y estresantes en factorías, como un
vestigio más de ese cúmulo en el delirante encadenamiento de montaje.
Movimientos mecánicos y, el ritmo de trabajo moderado y armonizado hasta las milésima
parte de un segundo, maquinarias complejísimas henchidas de mecanismos, barrotes,
botones y ruedas denticuladas —dominante decorado y simbolizando la irrupción
industrial especializada—. Todo controlado, para los niveles de producción obtengan
el enorme éxito, dominando a la competencia. Los trabajadores, pues como
siempre, simples autómatas y anónimos, seres humanos en la búsqueda de nada a
la larga.
Gonzalo Restrepo Sánchez
Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co