Lo primero es que el filme “Babygirl” es una película
erótica, pero, que se niega a renunciar a las normas que el ser humano (sea
quien sea) rehúye al atrevimiento sexual en cualesquiera de sus formas. Si
bien, es cierto que su directora Halina Reijn es atrevida en sus formulaciones
observadas, algo se le puede atribuir al filme y son las múltiples
irresoluciones (una estupenda Nicole Kidman) de un personaje que se amplían a
lo largo del guion. Estratégicamente, la directora hace a los protagonistas verbalizar
la anuencia y la convicción de que esos imaginarios mitos y redentores como a
la mujer masoquista, no son más que un cosmos sin asidero alguno.
Lo válido e interesante del filme, de hecho, es su
extravagancia y dureza a la hora de tomar o retomar los argumentos que sobre el
tema han sido llevados al cine (y hasta en la misma historia de la humanidad).
Halina Reijn compone en su puesta en escena e ideología un juego indecente o
solo erótico sin caer de ninguna manera en las trampas de otros filmes al
respecto (prototipos desgastados), y los adapta a las nuevas maneras
masoquistas y fantasías sexuales sin modificar nada esencial —lo de darle la vuelta
a ese mismo modelo desde el punto de vista femenino.
Y es que las discusiones en torno al sexo, asimismo, se
han trasformado en embaucadoras. Pero lo que le ocurre al personaje de Nicole
Kidman —una CEO de una empresa— que lleva décadas de naufragio sexual hasta que
le llegó la hora con un becario en la compañía, pone los puntos sobre las íes
sobre todo a las fantasías sexuales de la mujer.
Para concluir dos asuntos: si bien la película no es de
las denominadas “desechables”, tampoco es de las que marquen un antes y un
después. Vale eso si rescatar el trabajo actoral de Nicole Kidman, que logra
mantener los ojos puestos sobre ella, pues no es un personaje nada fácil de
“entender”. Para los más críticos cinéfilos, es improbable no convenir —viendo
“Babygirl”— a otra directora, Jane
Campion, quien al adentrarse en el terreno del thriller erótico en “In the Cut”
(2003) con Meg Ryan y un giro de su imagen audaz y espinosa, que la actriz saca
adelante con arrojo, naturalidad e idoneidad; casi que es crucificada por la
crítica de cine.
Y segundo, al final del filme: la lucha de dos generaciones que conciben el deseo y el sexo de conveniencias disímiles. También, se muestra esa luminosidad en cómo se desafía esa relación, siempre determinada en el consentimiento. ¿Todo vale mientras sea celebrado, esperado y mimado?