A ritmo vertiginoso arranca este filme ubicando la
historia desde 1959. A partir de ahí, un drama deportivo pero muy épico donde
sus protagonistas tras el volante —Christian Bale y Matt Damon interpretan a las
leyendas de las carreras de 1960, Ken Miles y Carroll Shelby— intentan ganar y
elevar a noticia mundial lo que en ese tiempo era el mundo de las marcas de
carros.
En esta propuesta con afanosas bases emocionantes e
históricas, el cosmos de las carreras internacionales en la década de los
sesenta, era casi que imposible tocar a Ferrari —fabricante de los automóviles más
rápidos—. Hay que aclarar según lo observado que durante una recesión de la
empresa de automóviles, Henry Ford II y Lee Iacocca, jugaron un roll significativo
en la presentación del Mustang y Ford Pinto: autos de carreras que lograran desplazar a los italianos.
Así que en esta lucha se debate la ideología del
filme. Un cineasta como Mangold que además se recrea en la ilustración corporativa
de Ferrari y Ford, diligente a la disposición, el prestigio y la clase de su
producto. Pero ante todo, ganar las 24 Horas de Le Mans.
De manera pues una historia sin sorpresas y con un montaje
genial (para “Oscar”) que nos lleva a los esfuerzos del ser humano y un auto
que corra mucho más allá de lo impensable, aunque no olvidemos que todo se
podrá gracias a las manos del hombre. A modo de colofón podemos pensar que los
desafíos entre el hombre, su fiereza e inteligencia son y serán la lucha nada
apacible y cargada de lo orgulloso que es el ser humano: soñar para cambiar el
mundo.
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Gonzalo Restrepo Sánchez