Judy mira a la
cámara (a nosotros) y sobre ella un
señor productor de cine le dice “qué ves más allá de esta pared”. Así comienza
la biografía de Judy Garland (“Ha nacido una estrella” y “El mago de Oz”) que
arrastra a observar el mundo del espectáculo y una parte final en la vida de la
cantante y actriz norteamericana, a quien siempre se le exigió el éxito.
Un drama musical pues de esta genial artista, donde la
actriz es encarnada por Renée Zellweger —logra un trabajo excepcional—. Y es
que representar un momento embarazoso en la vida de la actriz no debe ser
fácil, teniendo en cuenta además que, la mirada de Garland siempre fue un algo
a favor (y un algo en contra) de su propio destino, evocando —y parafraseando
una sentencia— que hay muchas formas de ser un ganador y, solo una condición de
ser un perdedor: naufragar y no ver más allá del fracaso.
La película, sobre el texto teatral firmado por Tom
Edge, cuenta la vida subyugada por la Metro —relatado esto en flash back—, y,
el último año de la que fuera una niña prodigio: una Garland completamente
arruinada (en medio del alcohol, drogas y su propia soledad). Plano tras plano
y desde este punto de vista, el relato se concentra asimismo en un universo de
oropel premeditado y madurado por hombres —yendo en contra de los principios—
y, una sociedad en indeleble alboroto y pendiente de sí misma.
En la mejor escena del filme —y como un epílogo sin
final—, Zellweger-Garland canta “Over the rainbow”, rescatando sus aspavientos
y mutismos, de un estado mental y un imperecedero trauma en medio del
espectáculo. “Un corazón no se juzga por lo mucho que tu ames, sino por lo
mucho que te amen los demás (“El mago de Oz”).
Gonzalo Restrepo Sánchez
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