Con
la reciente noticia que HBO estrena una nueva adaptación del clásico distópico
de Ray Bradbury dirigido por Ramin Bahrani, bien suscita la ocasión para traer algunos
aspectos de la obra, de lectura obligada a las nuevas generaciones que no leen
y que google les soluciona todo.
Lo
que Bradbury entendía por distopía le permitió crear —aunque él no lo sabía—,
la tercera obra fundamental, que más tarde formaría parte de una especie de trinidad
para el género literario: “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, “1984” de George
Orwell y “Fahrenheit 45”1, la que nos ocupa (el título hace referencia a la
temperatura en grados Fahrenheit a la que arde el papel).
Por
aquel entonces, Bradbury tenía algunos apuros económicos que no le permitían
reparar su máquina de escribir y mucho menos alquilar un despacho. Apunta la
historia que, escrutando algún lugar en el qué poder desempeñar su labor, dio
—en poco tiempo— con la sala de mecanografía del sótano de la biblioteca de la
Universidad de California, en Los Ángeles. Allí se hallaban unas cuantas
máquinas Remington y Underwood que se alquilaban a diez centavos la media hora.
Se insertaba la moneda y entonces un contador movía una cuenta (hacia atrás)
durante la cual tenía que escribir lo que se alcanzase.
Cinco
cuentos cortos, escritos durante un período de dos o tres años, hicieron que
invirtiera nueve dólares y medio en monedas de diez centavos. Además, Bradbury
escribió un relato llamado “El bombero”, que se publicó en 1953 con el nombre
de “Fahrenheit 451”, una de las novelas de ciencia ficción más prestigiosas de
la historia universal.
La
fábula es bien conocida: en una sociedad distópica —en la que el control de la
información es absoluta—, los libros están prohibidos y Guy Montag, el
protagonista, se encarga de buscarlos y quemarlos. Este hombre forma parte del
cuerpo de bomberos de la ciudad, quien buscando conservar la paz, hace que arda
en llamas todo aquello que pueda alterarla. Un día, Montag conoce a Clarisse
McClellan, una joven que le hará preguntarse por qué hace lo que hace.
«Lo
que más molestaba a William Peterson (el héroe de “El bombero”) era Shakespeare
y Platón y Aristóteles y Jonathan Swift y William Faulkner, y los poemas de,
bueno, Robert Frost, quizá, y John Donne y Robert Herrick. Todos arrojados a la
Hoguera. Después imaginó las cenizas (porque en eso se convertirían). Pensó en
las esculturas colosales de Michelangelo, y en el Greco y Renoir y en tantos
otros. Mañana estarían todos muertos, Shakespeare y Frost junto con HuxIey,
Picasso, Swift y Beethoven, toda aquella extraordinaria biblioteca y el
bastante común propietario...»
Aproximarse
a un clásico literario importante para adaptarlo al lenguaje audiovisual no es
fácil y siempre surgen los detractores. “Fahrenheit 451” no es una excepción, así que se asume que en
el proceso de adaptación de la HBO puede pasar cualquier cosa. Para modernizar
la novela de Bradbury, Bahrani nos presenta una sociedad en la que los medios
de comunicación han lavado el cerebro a la población para que odie a los
‘rebeldes’ lectores de libros y pensadores. La adaptación del 1966 que filmó
François Truffaut, es nuestro encuentro
más cercano en el cine.
La
pregunta que surge y con base en la novela de Bradbury es, si hoy día debía
existir un Montag (imaginario o no) para que fastidiase a google y todo mundo
volviera a leer más. ¡Sin imaginar un universo distópico, ahí queda el debate!
Gonzalo Restrepo Sánchez
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