De entrada y sin cometer spoilers, diría que esta
película en clave de thriller-musical-drama posee una narrativa disruptiva que
invita a observar a una realidad desde una mirada de volver a empezar la vida. Pero,
vayamos por parte con esta producción mexicofrancesa, dirigida por el veterano
director de cine Jacques Audiard.
Por aquello de que estamos así mismo frente a un musical,
decía Víctor Hugo que “la música expresa lo que no puede ser dicho y aquello
sobre lo que es imposible permanece en silencio”. En este contexto la cinta de
Jacques Audiard (“De latir, mi corazón se ha parado”) es apuntalada en su gramática disruptiva y la textura del
drama, al ritmo del thriller y la escasa antipatía (por instantes) a los
cánones de la simulación atroz.
Si bien, se cuenta Se cuenta la historia de
Rita (Zoe Zaldaña en uno de sus mejores papeles en el cine, si no el mejor) una
abogada que un buen día recibe una oferta extraña y muy imprevista. Sobre Karla
Sofía Gascón (la primera mujer trans en obtener el premio a la mejor actriz en
el Festival de Cannes 2024 ex aequo con el resto del reparto femenino) conquista
la pantalla como el mayor de los descubrimientos, precisamente ante su papel de
Emilia Pérez.
Toda la cinta de “Emilia Pérez” es una fabulación del
feminismo inclusivo y muy trans. En su fuerza y simplicidad perfectamente consecuente
de sí, lo que plantea también es que quien “cambia su cuerpo, debe transformar
el alma”. De todas formas, Sus inquietudes, su avidez, sus ambiciones
de control persisten en su nueva identidad, y eso es lo que le proporciona esa
profundidad como una contrapuesta heroína (melodramática). Y mediante un extraordinario
giro de guion que nos sitúa en la trama. Emilia,
sin embargo, termina despedazándose, y con solícito desconcierto, De repente, ¿todo
ocurre cómo tiene que ocurrir?
No
se trata entonces de tensionar las cuerdas de la intriga o introducirse en las
pesadillas existenciales, todo
vuelve a un punto de origen —que no es otro que la imagen de una incertidumbre—.
Ese que despierta la muerte detrás de unas rocas. En el fondo, mejor así, un viaje
de irresolución incesante a ritmo de una música (la de Clément Ducol, Camille) que
permite modular su espíritu para seguir el análisis de nuestras miserias.
En
cualquier caso, el director francés Audiard ha captado lo más espinoso: armonizar
su originalidad formal sin caer en demasía en lo inteligible.