La historia arranca en 1977 y la cámara sigue a Kóblic, un piloto
en los tiempos de la dictadura en Argentina —en los tiempos de los vuelos de la
muerte—. De pronto un fundido nos lleva al presente y vemos a Kóblic (un Darín excelente
como siempre) escondido en un pueblo, y, esto permite una serie de conjeturas
sobre qué hay detrás de esa especie de exilio forzado (o de fugitivo, según se
le quiera ver) del personaje y su nuevo presente.
De manera que la historia un híbrido entre thriller y
western, el cineasta Sebastián Borensztein nos muestra las contradicciones en
la mente de un ex capitán de la Armada. Un
personaje y su pasado (baste recordar los flash back de la cinta), aunque la
clave de todo esta lectura se plantea en el presente del personaje y sobre todo
en el segundo tercio del guion (empezando por las pesquisas de un comisario
corrupto). Y es que para hablar del destino y sus condicionantes, es evidente
que el hombre atesora sus pros y sus contras a la hora de decidir, lo que hay
que decidir.
Así que el último tercio del guion nos lleva de la mano de
la intriga, a establecer culpables y delitos, en una puesta en escena que marca
el interés de una confabulación bien manejada. Estamos pues ante una de
las excelentes películas argentinas, que
sin lugar a dudas con este personaje de Kóblic, nos dejará una lección: Los
riesgos que se corren en la vida.
Por Gonzalo Restrepo Sánchez
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