Año 2024. Cuando el joven Thomas despierta, se encuentra en
un ascensor y no recuerda quién es. De pronto, el ascensor se detiene, las
puertas se abren y una multitud de chicos lo recibe. Ha llegado al Claro, un
lugar rodeado de altísimos muros con dos portones que todas las mañanas se
abren y dan paso a un inmenso laberinto.
Esta es la metáfora de una película que tendrá más de un
adepto en la gente joven. Pero al margen de gustos, es una buena cinta que
habla de los laberintos de la existencia humana, cuando se rompe la barrera del
miedo y se busca más allá de lo deseado (me refiero a vencer sus propias
batallas interiores).
Con sentido a mundos distópicos, el director recrea con algún
y otro sobresalto, la experiencia de la vida joven (me refiero a la comunidad de jóvenes que habitan Claro), cuando no hay nada que
perder, sino darle rienda suelta a la
imaginación.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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