lunes, 20 de enero de 2025

Un hombre diferente

 



Ahora, desde el punto de vista publicitario el filme, el personaje, lo británico, etc., encara toda una publicidad casi que sin igual. La experiencia de todo esto es cómo mantener una marca, y el filme es una cátedra al respecto. la marca, en todos los sentidos. Porque esta película demanda que nuestro ídolo (una vez más una creación CGI realizada sin igual con la voz de Ben Whishaw) deje detrás los jardines de Windsor y retorne a su tierra nativa, y dado que su ralea adoptiva (los Browns), vienen con él, significa muchas cosas. En fin, un filme, insisto para toda la familia.

Adam Pearson es todo un personaje. Y para manifestarlo se presentó en la Berlinale con su neurofibromatosis muy horondo y muy majo. Y aclarando que “A different man, de Aaron Schimberg”, no está interpretada por él sino por Sebastián Stan (como Edward); no es un melodrama ni tampoco una comedia o una farsa, aunque por instantes, turba, entristece y muchos otros sentimientos en nuestro estado de ánimo.

¿Qué decir de Edward? Es un individuo retraído y considerablemente ermitaño, cubierto de un caparazón y acongojado por su aspecto físico. Pero. aparte de este hombre actor de profesión y cargado de todo tipo de desasosiegos, a la postre creo que el filme habla de la belleza, que no es fea, pero tampoco bella o todo lo contrario: habla de la fealdad, que no es bella, pero tampoco fea. ¿Entonces, qué es? Intentaremos aproximarnos a toda un hermeneútica respecto a la belleza a mi modo de entender la ideología del filme, Primero creo reconvenir que esta tercera película del estadounidense Aaron Schimberg, podría ser una comedia cínica a la larga.

Y evocando el “Ensayo sobre la fealdad” de Umberto Eco, la fealdad, como lograremos ver, no ha sido concretada y definida por filósofos y expertos en florecientes compromisos sobre ello, sino en reticencias marginales, por esto, una historia de la fealdad no puede asentarse en evidencias teóricas, sino en la misma representación visual y verbal de cosas y personas estimadas feas. Alzuru (sin fecha) sostiene que “[…] siguiendo a Nietzsche, el hombre se pone a sí mismo como norma de la perfección, lo bello es lo que le devuelve su imagen y, en consecuencia, a lo que evidencia su degeneración (agotamiento, pesadez, senilidad, cansancio, envilecimiento, convulsión, parálisis, disolución, descomposición) reacciona con el juicio de valor “feo” (Eco, 2007, 15)” (pp. 1-2).

Algo más para el debate, pero en el filme: la trama logra un manto de laberinto al indagar las consecuencias [de lo feo a lo “bello” en la fisonomía de Edward], y de cómo puede uno mismo correr ese peligro de eternizar ser infeliz a pesar de obtener lo que desea. Y la ofrenda de ese bienestar que sujetaba el deseo aún no satisfecho, no fuese más que un espectáculo.  Aquí cae muy bien aquella sentencia del pintor suizo Paul Klee: “ser feliz significa percibirse así mismo sin temor”.

A partir de aquí, las adversidades del nuevo Edward —que ahora se llama Guy—, con una nueva fisonomía, quehacer y vivienda, está girando por todas partes y el modo en que se relaciona consigo mismo —admitiendo qué era antes de su restaurador tratamiento—. A fin y al cabo y en el interior de su ser: un estimulante paisaje emocional. ¡Para qué más!