El pasado 28 de junio,
se cumplieron 100 años del asesinato del archiduque Francisco Fernando de
Austria a manos de Gavrilo Princip (la historia sostiene que no era un
nacionalista serbio), lo que desató el inicio del conflicto bélico entre
potencias europeas. Uno de los bandos conformado por el impero Austrohúngaro y
Alemania y el otro por Rusia, Francia y Gran Bretaña. Más tarde se unirían a la
lucha potencias como Japón y Estados Unidos.
Cuando estalló la
Primera Guerra Mundial, el cine tenía apenas dos décadas. Además todavía estaba
en etapa de innovaciones técnicas y sus cineastas en busca de un lenguaje
cinematográfico. De todas formas, se filmó mucho al respecto para documentales,
noticieros, etc. Se estima que la mayor parte de este material está perdido —se considera que cerca del 80% de las películas producidas no
han sobrevivido hasta nuestros días—.
Si se toma como
referencia que el atentado atribuido al grupo terrorista serbio Mano Negra fue el detonante de un brutal
conflicto que dejó decenas de millones de muertos y se prolongó hasta noviembre
de 1918. El cine lo ha retratado en multitud de ocasiones. Han sido muchos los
directores que se han atrevido a contar este nefasto capítulo en la historia de
la humanidad. Jean Renoir, John Huston, Stanley Kubrick, Federico Fellini,
Steven Spielberg entre muchos otros. Han contado desde diferentes puntos de
vista lo ocurrido.
De pronto el primer
asunto para el cine, pero con puesta en escena fue el filme Shoulder Arms dirigido por Charles
Chaplin (1918). La cinta recrea “al
soldado número 13 del ejército estadounidense convencido de que va a morir por
haber roto un espejo, no acertar en cara o cruz y por llevar el 13 de la mala
suerte. El hombre sale lleno de miedo de su trinchera, pero consigue capturar a
un grupo de enemigos alemanes él solo. Después de esto, cree que tiene buena
suerte, y decide hacer un trabajo voluntario en el que le pasarán muchas cosas;
entre ellas, disfrazarse de árbol, ayudar a una mujer francesa, capturar a más
alemanes y hasta ganarse el respeto de toda la base americana”.
Pero como sería prolijo
irrumpir con todos las películas sobre la I Guerra Mundial, considero
pertinente traer a colación el film francés de Jean Renior (*) “La gran
ilusión” (1937). Filme altamente recomendado cuyo argumento ha sido
perfectamente resumido por el profesor Pierre Sorlin (**): “El film comienza en
un bar militar francés cerca del frente durante la I Guerra Mundial. Un piloto,
el teniente Marechal (Jean Gabin) recibe la orden de llevar al capitán De
Boieldieu (Pierre Fresnay) en un avión. La segunda escena transcurre en un bar
militar alemán. El mayor Von Rauffenstein (Erich von Stroheim) que ha derribado
el aparato francés, invita a los oficiales enemigos a comer. Marechal y
Boieldieu llegan a un campo de prisioneros. Son enviados a barracones donde la
vida no es muy difícil. Más tarde, Marechal y Boieldieu, tras intentar escapar
varias veces, son encerrados en una fortaleza donde el mayor Von Rauffenstein, gravemente
herido e incapacitado para volar, es el oficial al mando. Los franceses se dan
cuenta de que pueden escapar si se produce algún momento de confusión. Mientras
Boieldieu simula una evasión y los alemanes lo buscan, Marechal y Rosenthal
(Dalio) escapan. Ambos huyen a través de la nieve y el barro. Habiéndose
torcido un tobillo, Rosenthal no puede avanzar a buen ritmo; su amigo lo
abandona pero al poco tiempo vuelve y le ayuda a esconderse en una granja. La
granjera, cuyo marido y hermano han muerto, los recoge. Marechal se convierte
en su amante y trabaja como si fuera el granjero. Cuando Rosenthal se recupera
completamente, ambos cruzan la frontera suiza”.
En esta cinta en su
lectura más profunda nos “habla” toda esa gama de casuísticas sobre la amistad,
el amor, la guerra y esa gran ilusión (de escape metafóricamente hablando) que
no es otra cosa que las pequeñas utopías de las que debe vivir el hombre a
pesar de las adversidades. Sin maniqueísmo y ese gran mensaje pacifista, el
filme es un punto de partida para toda película que nos relate sobre la I Guerra
Mundial. Por una condición fundamental: se ocupa de la vida y de la guerra a
escala humana. Es decir sobre nosotros mismo y nuestras guerras interiores
cuando de buscar los verdaderos senderos se trata.
Así que parafraseando
la película de Renoir “La bestia humana” que somos los mortales. No hay otra
forma de definir con toda seguridad el conflicto más absurdo, estúpido, innecesario, y por todo ello,
triste de la historia de la humanidad. De todas formas el cine lo deja
impregnado de verdades y mentiras (las propias de la misma historia).
(*) Jean Renoir era hijo del genial pintor
impresionista Pierre Auguste Renoir. El cineasta Jean fue soldado durante la
primera guerra mundial y fue herido en combate, a consecuencia de ello arrastró
una cojera durante el resto de su vida. En su carrera hay títulos tan
importantes como “Los bajos fondos”, “La bestia humana”, “Esa tierra es mía”,
“El río” o “Elena y los hombres”.
(**) SORLIN, P. The film in history, restaging the
past. Oxford: Blackwell, 1980, p. 146.
Gonzalo Restrepo Sánchez
Visiste: ww.elcinesinirmaslejos.com