Ya Aristóteles decía que no hay nada en
el espíritu que no pase a través de los sentidos. Sin embargo, aunque la
atención a los aspectos sensoriales del proceso de conocimiento haya sido una
constante en algunas corrientes filosóficas, no es mucho lo que se ha estudiado
al respecto.
Esto viene a colación porque la
información acusmática en el primer tercio del filme “El faro” (donde no ocurre
absolutamente nada) documenta a propósito en esa aparente y escasa intradiegetización del entorno y la vida
anodina de un señor mayor que cuida un faro en la ciudad de Santa Marta, en el
Caribe colombiano. Con esta estructura llena de texturas y que es su virtud.
“Pacho” Bottía llega con un cine sin turbación, pero sí de los silencios
tronadores y sus ruidos en la rutina del hombre.
Pacho Bottía |
Por
supuesto que existen silencios que hablan más que cualquier diálogo largo y
pesado. Silencios que son capaces de expresar los secretos de la naturaleza
humana. Robert Bresson siempre supo tratarlo como nadie, aludiendo que: “El
cine sonoro ha inventado el silencio”. Esto es un buen ejercicio de estilo en
el filme de Bottía, sin la apariencia de intriga (aunque necesaria). Y es que
en la medida que aparece otros personajes en la historia, la estructura
dramática carece de reflexión, amor, ternura y miedos
El sonido —como la vista— tiene asimismo
una eficaz capacidad simbólica e identificativa. De todas formas el cineasta
Pacho Bottía (“La boda del acordeonista”) desdeña las escenas artificiales
arriesgando su punto de vista en el último tercio de la cinta, donde realmente
ocurre lo que tiene que ocurrir, dejando al espectador nada perturbador.
Juan Manuel Buelvas productor general |
Gonzalo Restrepo
Sánchez
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