Las dos caras de la verdad (Primal Fear, Gregory Hoblit, 1996) es un filme donde Martin Vail (Richard Gere) es un ambicioso abogado de Chicago capaz de aceptar cualquier caso con tal de salir en la prensa. Un día decide ocuparse de uno que parece imposible de ganar: la defensa de Aaron (Edward Norton), un joven que es acusado de asesinar al arzobispo de Chicago, tras ser detenido mientras huía del escenario del crimen.
En este thriller
jurídico, el cineasta Hoblit con pulso firme en la cámara plantea sin rodeos
con buen ritmo y suspenso, las casuísticas que siempre en estos casos sobre la
justica son llevados al cine. La película inicia con una interesante conversación entre Martin, el abogado y un
joven periodista. Lo primero que deja entender el abogado de marras es lo
siguiente: — El primer día en la facultad de Derecho, el profesor nos dijo
dos cosas: de hoy en adelante cuando sus madres les digan que les quieran,
pidan una segunda opinión. La segunda es que si quieren justicia, vayan a una
casa de putas y, si quieren que les jodan vayan a los tribunales.
El periodista formula
entonces de qué sirve la verdad. A lo que el abogado Martin responde: —
¿Cree que solo hay una verdad? ¿Cuál es la auténtica? Para mí solamente hay
una, mi versión de la verdad, la que yo genero en las mentes de esos doce
hombres y mujeres del jurado, ¿qué prefiere llamarlo de otra manera?, por
ejemplo, apariencia de verdad, eso es cosa suya.
En la Película Veredicto final (The verdict Sidney Lumet, 1982) Frank Galvin (Paul Newman), un maduro abogado en decadencia, es un
adicto al alcohol que sobrevive gracias a pequeños y rutinarios trabajos. Un
antiguo socio recuerda el caso, todavía sin resolver, de un error médico
cometido en un hospital y del que Galvin se había ocupado. Si bien no es nada
fácil para él trabajar de nuevo de forma profesional, su tesón es tal que, no
tardará en inquirir que puede ganar el caso. Es entonces cuando empieza a
recibir ofertas económicas para arreglar el asunto sin ir a juicio, pero Galvin
está dispuesto a jugárselo todo, tanto para conseguir una importante
indemnización para los familiares como para rehabilitarse como abogado y como
persona.
Aquí pues vemos dos aspectos que siempre suscitan el debate sobre la
ética y esas dos caras de la verdad en todo juicio y que los cineastas han
resuelto más a sus antojos artísticos que a otra cosa. La película es un
excelente drama sobre procesos judiciales, espléndidamente contada y sin caer
en ningún momento en lo previsible y somnífero de estos casos para el cine.
La
tapadera (The firm, Sidney Pollack, 1993) se observa a un Mitch McDeere (Tom Cruise).
Un joven y brillante abogado recién salido de la facultad de Harvard, dejándose
seducir por las promesas y regalos de un prestigioso bufete de abogados de
Memphis. Sin embargo, muy pronto tendrá razones para empezar a sospechar que
algo extraño está sucediendo en la poderosa empresa.
Esta historia en su
primera si resulta algo plúmbeo, y su interés surge en la parte meridional para
que el héroe que se ha mostrado tan incapaz durante toda la película, encuentre
el modo increíble de salir airoso sin que lo expulsen del Colegio de Abogados
ni faltar a su código ético.
Tres historias (de las muchas que existen en el cine) que
dejan en las mentes de los espectadores abogados o no, esos códigos éticos. No
para debatir las dos caras de la verdad en un juicio, si no para transmitir
a la humanidad, con más eficacia, el valor de las garantías y los principios
jurídicos esenciales y la cultura del common
law. En este sentido una película altamente recomendable es Más allá de la duda (Beyond a reasonable
doubt, Fritz Lang, 1956). Un escritor intenta demostrar la deficiencia de
las leyes y la ineficacia de la policía, colocando falsas pruebas contra sí
mismo en un caso de asesinato. De pronto
la intuición de muchos casos recientes colombianos.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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