Ernesto (Demián Bichir)
de Colombia, es “hallado” por un chico curioso, e hiperactivo. Y es a partir de
ahí y en una fría Irlanda, donde todo se desarrolla como una relación donde
algo que los une, les separará. Ese “algo”
podría ser un avión reparado y una pista, ya que la fábula es
precisamente sobre las buenas intenciones en el ser humano.
El niño protagonista
sin lugar a dudas se roba el show de la película y es el motor de lo que el
espectador desea para asombrarse. Sin embargo, vemos cómo la historia se va
decantando en una amistad entre un chavalín y un aviador, para conducirnos a la
idea feliz sobre los bienhechores propósitos de los seres humanos.
Bella fábula pues que
sintetiza que todo es posible cuando se tiene la disposición para salir de la
rutina, sin que precisamente sea el fin. Claro que el cineasta no esfuerza
mucho para contarlo y apenas pugna en su puesta en escena, para intentar sacar
un leve aplauso del espectador.
Gonzalo Restrepo
Sánchez
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