Al mejor estilo del
spaguetti-western (todos los elementos que lo identifican), y a la manera, por
supuesto de Tarantino, el film arranca en 1858 en Texas, con unos hombres de
color encadenados, hasta que el cazarecompenzas, el doctor King Schultz (Christoph Waltz), “desencadena” a un hombre de
color llamado Django (Jaime Foxx). Un interlocutor de alguna manera errante,
armándose, casi siempre desaliñado y con su sombrero cubriendo su aspecto para
una misión cargada hasta de venganza y de un reencuentro (prefiero no cometer
spoiler).
Con esta premisa, la historia
mantiene el interés y Tarantino se luce con una cámara vehemente y
señala el devenir de los personajes “marcados”: algunos grandes y otros excedidos
por el destino y la muerte. En este sentido, el doctor King
Schultz (un camaleónico Christoph Waltz,
extraordinario) y, Django, serán quienes transfieran la trama en un tono algo
campechano, aunque nada deleitable de quienes consiguen sin fruición lo que
quieren. Ahora, también es verdad que el film “habla”, de tomarse la justicia
por sus manos, en una época nefasta para los negros en los Estados Unidos.
Pero al margen de esta parte ideológica del film, Tarantino y “Sin perdón”
(parafraseando al film de Clint Eastwood, en 1992), pone en el asador toda esa
gama de sentimientos y reconcomios desmedidos, inurbanos, desvergonzados,
rigurosos y recargados; que por supuesto hemos visto en otros films del
cineasta norteamericano, como en “Pulp Fiction” o “Malditos bastardos”.
Y si bien presto atención
a un “Reservoir Dogs” en el salvaje Oeste (si usted conoce la filmografía del
cineasta lo observará), el tercio final del film (el más espectacular y
exagerado de la película), repleto tal vez a la excesiva violencia, nos
arrincona a esos tipos de héroes, a quienes deseamos que se salgan con la suya
(y su chica por supuesto: Broomhilda).
Para concluir, cabe
señalar desde el punto de vista musical ese inigualable estilo, en "collages" de
una banda sonora perfecta y una partitura del argentino y ganador del “Oscar”
Luis Bacalov (“El cartero”).
Gonzalo Restrepo Sánchez
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