sábado, 30 de noviembre de 2019

The Irishman o la lealtad a la soledad



“El irlandés” es una película que abarca cuatro décadas en la vida de sus personajes caracterizados por Robert De Niro, Jo Pesci y Al Pacino en una historia de mafiosos, pero, asimismo ha abierto la extraordinaria posibilidad al futuro de los efectos visuales, sobre todo el maquillaje y la interpretación, gracias a la técnica del rejuvenecimiento digital o de-aging.


Respecto al filme propiamente dicho —adaptación del libro “I Heard You Paint Houses”, de Charles Brandt, a cargo del guionista Steven Zaillian (“La lista de Schindler”, “American Gánster”) —, la historia arranca con un plano medio de Frank Sheeran (Robert de Niro) evocando una boda  y el crédito “He oído que pintas casas”. Todo ese pasado cargado de un flash back ilustrando y particularmente en mi mente —y en su sentido dramático—aquella sentencia de “El corazón de las tinieblas", de Corman: “La fuerza de uno es solo un accidente que se deriva de la debilidad de los otros”.

En la jerga criminal escuchada en el filme como “pintar casas” —se refiere a matar a sangre fría— siendo a veces (y con otro apelativo, al autor directo del asesinato). Sheeran logra una larga amistad con Jimmy Hoffa (Pacino) —en medio de acontecimientos como la elección y muerte de Kennedy o la intervención en Cuba—. No obstante, El corpus lo forma una leyenda sobre el crimen de una época ya lejana en la sociedad norteamericana, para poder recorrer esa obscura selva de informaciones y datos que muchas veces surgen aparentemente inconexos y, al mismo tiempo, uno a otro imbricados en el cosmos del gánster.

Con la bellísima banda sonora, canciones muy célebres y con muy buenos valores diégéticos e intradiegéticos en la historia, además del aporte original de Robbie Robertson frente el hechizo de las melodías escuchadas; con la nostalgia cinematográfica de Scorsese a otros filmes de la historia del cine y de él también, las tres partes en las que se divide y constituyen el guion de “El irlandés” componen la crónica sobre la vida de un Sheeren (de Niro) y su amigo Hoffa (Pacino) en medio de la política y el crimen.

Y es que a la larga el crimen es el protagonista también del filme. Nicole Rafter en su libro “Shots in the mirror” incluye esa idea en la narrativa de filmes sobre gánsters. Para los efectos de una reseña histórica, se puede escribir que el cine de gángsters empieza a concretarse con el estreno casi consecutivo (1930-1931) de “The Doorway to Hell” (Archie L. Mayo) y el filme “Hampa dorada” (Mervyn LeRoy) con el protagonismo del habilidoso Cesare Rico Bandello, en una narrativa calculada en presentar básicamente la ascensión social y posterior caída de este personaje.
De todas formas, en “El irlandés” parece coexistir una ambigüedad moral manifiesta en una sociedad ambicionada por el poder y, Scorsese, lejos de cualquier disonancia en ello, calcula un relato bien blindado contra cualquier interferencia. Ya la historia del cine en filmes como “La ley del hampa” (“Underworld”, 1927), “Los muelles de Nueva York” (“The Docks of New York”, 1928), dirigidos ambos por Von Sternberg, lo mostraban.

A efectos de configuración genérica y de periodización histórica, puede establecerse que el cine de gángsters empieza a cristalizar con el estreno casi consecutivo (octubre de 1930-enero de 1931) de “The Doorway to Hell” (Archie L. Mayo) y Hampa dorada (Mervyn LeRoy), con el protagonismo del habilidoso Cesare Rico Bandello, con una línea narrativa centrada en mostrar la ascensión social y posterior caída de este personaje.

Para Scorsese el lugar donde emplaza la cámara como en cada decisión del montaje, nos permite aseverar y concluir que estamos ante un relato genial donde el mito o la idea de un mito (la amistad entre gánsters y el espacio histórico y cinematográfico donde ocurre) sobrevuela dicha sociedad, donde agitando sus infelicidades con “la conflictiva brisa de sus axiomas” empieza a revelarse y desintegrarse al mismo tiempo. 

Gonzalo Restrepo Sánchez
Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co