Esta película argentina que pasó por FICCI 59 (con más
pena que gloria, siendo un excelente filme) y si bien es un tema ya recurrente
en el cine de adolescentes sobre el descubrimiento de su sexualidad, en esta
oportunidad el cineasta Diego Lublinsky recurre al uso de imágenes retro
proyectadas a modo de escenografía, creando imágenes poco naturales del
escenario y de un guion que prioriza el desarrollo de personajes y la farsa.
Pedro es un adolescente en busca de su primera novia
que parece fascinado con Agustina, una compañera de escuela recién llegada al
pueblo. Con esta premisa, la película divierte es buena y deja en diáfano
mensaje los temas del amor en medio de anécdotas, temores y consejos. En este
sentido, No hay mucho por descubrir, pues los personajes son claros en sus intenciones.
Ambienta en un pueblo imaginario llamado Resignación,
todo parece calmado para hablar sobre el idealismo. Y es que la generosidad
cuando el amor entre jóvenes adolescentes se vive con la curiosidad, la turbación,
la expectación y el afecto que genera la seducción entre los personajes
protagonistas, da una visión edulcorada de eso que todos hemos tenido como
vivencias personales.
“Quemar graneros”,turbador texto de Haruki Murakami, contenido en su excelente colección
de cuentos “El elefante desaparece”, donde lo habitual se convierte en
misterioso en apenas un momento,es la
reciente película de Lee Chang-Dong (“Burning”), que transgrede a propósito en
su enigma a través de unos personajes y unos diálogos largos.
En la frontera entre el tono del thriller —sobre todo
a partir de la segunda mitad del relato— y el melodrama, la película mantiene
un triángulo amoroso. Diría que es una historia de personajes y, el director
Lee proyecta una discusión sobre el amor y la muerte con mucha elegancia, donde
lo vehemente y lo absurdo por momentos, contrastan la posible inestabilidad del
personaje femenino Haemi.La secuencia que reúne a los tres personajes fumando
marihuana en una puesta de sol, con la música de “Ascensor para el cadalso” de
Miles Davis, ya anuncia la desaparición de la chica.
En la historia del cine, aparecen algunos ejemplos de estos
personajes femeninos empoderados en modelos aparte, que simbolizan tipos de mujeres
complejas, delineadas con una mirada adulta que las dota de libertad dentro de
las relaciones amorosas. Además, una mirada moderna sobre los conflictos sentimentales,
que nivela dentro del relato, el peso de mujeres (y hombres) un punto de vista adulto sobre la fábula.
Película pues con algunos guiños cinéfilos, a Faulkner
y que recuerda un cine coreano vigente. Un cineasta que sin vacilación, apuesta
por la extrañeza de sus personajes.
Es notorio resaltar que la reciente película de Rubén
Mendoza “Niña errante”, abrió la 59 versión del festival de cine de Cartagena
de Indias (algo que ocurre últimamente en el festival de cine).
Cargada de buenos comentarios, es una película road
movie que lejana en procedimientos a los anteriores filmes de Mendoza (“La sociedad
del semáforo”), señala cuatro mujeres en la búsqueda, no de eslabones perdidos,
pues a la larga no van a ninguna parte, sino de un cosmos que se insinúa sin
necesidad de ser explicado.
Las actrices de Niña errante FOTO: Gonzalo Restrepo S.
Las hermanas sin aferrarse a un hogar cada vez más
desecho y desvirtuado, y en un inexplorado viaje, sin destino claro, pero que
en el camino toma cauces afectuosos y de compatibilidad entre ellas. Indicaríamos
que en los vínculos que surgen entre ellas —Ángela y sus tres hermanas
comienzan a sentir sin apariencia alguna, circunstancias que simbólicamente
generan acercamiento—, ofrecen una necesidad aunque no tan imperiosa: esas
historias íntimas y sobre todo el descubrimiento personal de Ángela.
De manera pues que estamos ante una cinta con un ritmo
desigual, pero que en la idea madre de una mujer poco idealizada, conlleva un
guiño a la simplificación de estereotipos. En los llamados women films o en
géneros que admiten —de forma repetida— el protagonismo narrativo de personajes
femeninos —como en el melodrama—, las mujeres dominan el relato y, se sitúan en
posiciones de poder equilibradas o superiores a las de los personajes
masculinos.
Aunque es de aclarar —y no es el caso específico de
este filme—, son personajes con vínculos negativos que ejecutan su poder, con
base en una capacidad de intriga o su
atractivo sexual y físico traído como instrumento social.
Esta historia ambientada en la Isla de la Fantasía, una pequeña isla
ubicada en la frontera entre Colombia, Brasil y Perú, plantea el tema de los desplazados
de Colombia. Y es que el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC
para asimilar el efecto que el conflicto armado tiene en familias inocentes, inquieta
en un drama alejado de la marginalidad y la exclusión social.
Si bien la cineasta Seigner realiza un filme sobre
cómo pugnar honestamente con la pérdida de un ser querido e igualmente sobre la
nada fácil idea de perdonar —algo difícil en el ser humano—. Aun así, Seigner
cuida no presentar estos puntos reflexivos, emotivos, aunque mostrados con gran
riqueza audiovisual y de manera muy explícita. Y es que a la hora de hablar del
conflicto y plantear los problemas burocráticos de los desplazados, siempre
habrá muchos fantasmas por descubrir.
La película en un tono —con algo de realismo mágico— tolerable
y que conmueve por momentos, plantea a través de sus protagonistas la esperanza
de iniciar un nuevo mundo gobernado por valores e ideas democráticas en los que
no sea forzoso luchar por lograr una dignidad, y donde la aptitud dé paso a la fraternidad.
Aunque resulte una reflexión cándida, podría ser considerada una muestra de
vivir en paz con uno mismo y los demás.
Los protagonistas (entre ellos la niña) terminan por rendirse al nada ilusorio universo
que se abre frente a ellos. En el fondo, han encontrado la tranquilidad que se
anhela entre tanta violencia. Un “compañero” —el sosiego— para poder mantener
una conversación agradable con uno mismo y comenzar un negocio idealista. La
idea de utilizar el deseo del trabajo y superación en una civilización utópica —alejada
de la barbarie—, genera unos personajes creíbles y una historia para nada
lacrimógena y con los tips propios de ese cine latinoamericano de la pobreza y exclusión
social, aunque la película no acentúa la abyección como idea central.
Los días de la ballena
(Catalina Arroyabe, 2019), es un
drama paisa que logra plantarse en el difícil equilibrio entre la ligereza y el
mensaje.
El grafiti protagonista en el filme, se constituye en una de las expresiones de
un movimiento urbano (con señales de provocador y rebelde) y en el hip hop, nacido
como una ofuscación artística en la subcultura marginal en el sur del Bronx y
en Harlem (Nueva York) durante la década de los setenta del siglo pasado, entre
los jóvenes latinos y afroamericanos. Incluso se pueden hallar orígenes en
pinturas paleolíticas o en la antigua Roma, cuando se dejaban recados sobre las
columnas o paredes.
Cuando observamos en la película ambientada en la
ciudad de Medellín a la pareja protagonista (caracterizada por Laura Tobón
Ochoa,David Escallón Orrego) charlar
sobre sus asuntos personales y al fondo se lee el graffiti: “Menos balas y más
orgasmos”, se evidencia sin que resulte tautológico en elmensaje crítico, una ciudad violenta en
algunos espacios y comunas. El graffiti: “Los sapos mueren por la boca”, y
sobre el que se erigirá un lado de una ballena, ordenará las intenciones de un
espacio heterotópico más adelante.
Esta Ópera prima de Catalina Arroyave Restrepo si bien
plantea una cultura callejera y válida, el grafiti como protagonista involucra
el elemento isotópico y, la música alternativa de Sigarajazz y Alcorilykoz
entre otros con sus respectivas composiciones (a excepción de la canción “Medellín”
por citar solo un ejemplo) asigna un espléndido estudio sobre la música diegética
e intradiegética para subrayar en períodos de la diégesis, algunas intenciones
dramáticas.
Sin ser en su totalidad una historia sobre la marginalidad
y seres abyectos (por las condiciones sociales diferentes entre Cristina y
Simón, más marginal), ya que no plantea subversión alguna, tampoco resulta
incómoda y delictiva contra manejos globales capitalistas, aunque sí con
adhesiones a una actitud a favor de la paz —precisamente, el título del largometraje
hace referencia a esa señal.
De manera que la cineasta paisa logra que la trama y
la elaboración y producto del grafitti observado como arte urbano, nada efímero
y que termina por dejar rastro —al igual que, Los hongos (Óscar Ruíz Navia, 2014), que sigue el deambular de dos
jóvenes grafiteros en la ciudad de Cali—; es una exaltación a la desobediencia, calidad pictórica y oposición
al grosero sistema de valores imperante. Y es que este drama a la larga invita
a observar una vez más Girl Power (Sany,
Jan Zajícek, 2016), una cinta documental realizada por una artista urbana
de origen checo, que señala —y hay que insistir en ello— el papel de la mujer
en el grafiti.
Si bien no hubo premios India Catalina este año en las
diferentes secciones del festival de cine de Cartagena de Indias, el público se
recreó con una gran cantidad de cine colombiano en sus expresiones de
documental y ficción. Lo que sí está claro es que algunos cineastas les van
mejor en el documental que en el de ficción.
Sin ser el caso específico, un botón de muestra es el
filme “Monos” de Alejandro Landes (“Porfirio”). Sin apostar por el bien o el
mal, la historia en clave de thriller plantea (a través de unos niños soldados,
sus rehenes y sus fuerzas) dejar a consideración del espectador unos personajes
como víctimas y, otros como villanos. Asimismo la historia deja un claro eco
sobre las sociedades secretas.
Y desde este punto de vista, el filme de Landes señala
con cámara firme lo que esto representa en casi todos los órdenes de la
sociedad y la vida del ser humano. La colectividades secretas para algunos
investigadores nacen de la necesidad que tenían brujos, magos y hechiceros
prehistóricos de proteger en secreto sus prácticas y sus rituales, al mismo tiempo que los compartían con sus
alumnos o sucesores.
“Männerbunde es el término germano que se utiliza para
referirse a cierto tipo de organización secreta, una especie de hermandad
compuesta tan solo de hombres (guerreros y cazadores) que ha existido desde los
orígenes de la humanidad y que se mantuvo viva, con ligeras variantes, hasta la
época del nazismo”. Muchas novelas hacen eco a esta temática (“El círculo
mágico”, Matilde Asensi en “El último Catón”, Umberto Eco en “El péndulo de
Foucault”) y el cine por supuesto no se queda atrás.
De manera que “Monos” abarca todo el contexto de esas sociedades
secretas.Hay una necesidad en este tipo de búsqueda por dar imagen a todo, sin
que esto implique un acecho a lo desconocido. Los principios que motivan esta
línea, es pues la pretensión de, a través de filmar ese cosmos, luchas sin
sentido que solo pueden acarrear una mayor destrucción.
Además de señalar, catalogar un paisaje o un rostro en
la cámara (cualquiera de los observados en el filme), es sin lugar a dudas,
dotarlos de laberintos. Aquello nunca filmado, si se revela con ingenio, es
capaz de amplificar los límites de lo que deliberamos visible y audible, sin
dar un paso fuera de nosotros, sin abandonarnos.
Landes aspira a ser ecuánime, sin ser pomposo y
ligero, como si no pretendiera perturbar la realidad con su cámara. No es pues
una muestra de un cine violento, pero sí a su vez, mucho más perspicaz para
captar los detalles de las relaciones humanas que, aunque apenas acontecen
entre un grupo de personas muy jóvenes, de pronto ilustran las experiencias
diferenciadas y los matices que patentizan el crisol de formas que tienen las
personas de vivir sus realidades.
Una historia para el lucimiento actoral. Y sin tener
que abordar mucho sobre su trama, bien vale la pena recrear una escena flash back en que Joan
Castleman (Glenn Close) —sueña con convertirse en escritora— visita a una de
sus más admiradas novelistas, quien le sugiere que recoja su talento para sí
misma.
La anterior secuencia situada (en los años sesentas)
es tan instructiva como esencial para poder concebir el presente de una Joan
mayor, que ha dedicado toda su vida a su marido Joe, un escritor a punto de
recibir el Nobel de Literatura.
Y esto es todo, un presente y un pasado cargado más de
cuitas que de otra cosa por parte de una mujer, cuyo talento se quedó en el
devenir de una vida casi que anodina y un marido egocéntrico. Filme pues que
sin saltos en el drama, no es que tenga muchos encantos, salvo eso sí: los
actores que caracterizan a sus personajes.