No es la primera vez que usted ve a Venom en la pantalla
gigante. Recordar la primera vez en la cinta (la tercera parte de Spiderman de
Sam Raimi). Claro que en esa oportunidad, el personaje no estaba desarrollado.
Algo que sí se puede apreciar en esta ocasión de la mano del actor Tom
Hardy.
Es evidente que la película tiene un guion bien
estructurado y ello permite que se siga la historia sin tanto espanto. Y eso es
importante en esta versión del personaje de Marvel. A partir de la simbiosis de
Venom y Eddie, en primera instancia uno no sabe si trata de un héroe o un
villano, aunque al final se decanta la verdad y habrá que esperar por supuesto
una segunda parte de la película.
Venom es pues un elemento para la clave temática y
conceptual de una cinta que confronta y juega con dos fuerzas opuestas en
apariencia: el asunto moral impuesto por las sociedades distópicas, por un
lado, y la liberación de la parte cruel (sin que sea el lado oscuro de su
corazón), por el otro.
De todas formas, puede llegar a argüir que si la
película tiene una sólida construcción dramática en su primera mitad, luego el logro
decae por lo repetitivo de algunas situaciones entre los “dos personajes”, que
a larga es uno (prefiero no cometer spoiler) y de querer llevar el guion hasta el límite de lo creíble.
Algo que no logra salvar a la película de caer en el cliché y los lugares
comunes en la resolución.
Aparte de promocionar al artista y cantante Alejandro
González y sus recientes canciones (única y verdadera intención del filme), la
verdad es que no me voy a entretener en analizarlo, sino dar una serie de
reflexiones en torno al tema del reality no solo en Colombia, sino en el mundo.
Si intentamos buscar cuales son las razones del éxito
del programa de televisión “Yo me llamo”, tenemos que analizar primero la
importancia de la música en la sociedad. La música siempre ha acompañado al
hombre, es uno de los rituales más antiguos de la especie humana que refleja y
expresa nuestras emociones, pasiones y sentimientos (Glowacka Pitet, 2004).
Sería una elucubración saber muy bien cómo y porqué el
hombre comenzó a hacer música, pero lo que sí está claro, es que la música es
una guía para percibir el mundo, además, un poderoso instrumento de
conocimiento. Como señala Jaime Hormigos: “Es el lenguaje que está más allá del
lenguaje ya que tradicionalmente ha ido ligado a la necesidad del hombre de
comunicar sentimientos y vivencias que no se pueden expresar por medio del
lenguaje común. Su poder comunicativo radica en que puede hablarnos de todo sin
decir nada, ya que no es preciso que sea portadora de palabras o que éstas sean
inteligibles para que haga referencia a un mundo infinito de significados que
pueden variar con cada nueva interpretación”.
Y esta es la razón del éxito de “Yo me llamo”, donde
cada ser humano tiene su propio cantante y alguna canción que forma parte de la
banda sonora de su vida. Por eso la gente observa el show televisivo, y,
seguramente verá el filme de Rodrigo Triana (que tiene un cameo en la cinta).
Todo el mundo canta, y es que usted ve en el show
mediático gente de todo tipo y estrato social, asistiendo a una audición,
pensando además que pasará la prueba, aun cuando quienes lo observan, con toda
seguridad piensan que va a hacer el ridículo. De todas formas, otra conclusión
sería que “la música construye nuestro sentido de la identidad mediante las
experiencias directas que ofrece del cuerpo, el tiempo y la sociabilidad,
experiencias que nos permiten situarnos en relatos culturales imaginativos”
(Frith, 2003).
“La música constituye un hecho social innegable, presenta
mil engranajes de carácter social, se inserta profundamente en la colectividad
humana, recibe múltiples estímulos ambientales y crea, a su vez, nuevas relaciones
entre los hombres” (Fubini, 2001). Las canciones y melodías que cargamos dentro
de nuestro equipaje cultural enlazan determinadas significaciones, valores y
funciones que atañen profundamente a los sonidos con el tejido cultural que los
produce.
Hormigos (2009) en este sentido afirma: “podemos ver cómo
en las prácticas musicales propias de nuestra cultura contemporánea no solo quedan
reflejados símbolos y valores, sino también las pautas de estratificación
social, las características tecnológicas de nuestro tiempo y la creciente
influencia de los medios de producción”. Así que a modo de conclusión la música
tiene pues un papel muy significativo en nuestra sociedad en cuanto a comunicación
entre los individuos, reflejando la cultura de la cual forma parte.
Al margen de los
gigantes a derrotar para hacer cine. Entiéndase bancos, distribuidores y
exhibidores y un sinfín de obstáculos, nadie creería que el título de esta
columna, es el título de una cinta que bien vale la pena ver en nuestro país,
pues, una vez más toca temas de palpitante actualidad, s
obre todo las
atrocidades de un hombre sin moral y sin principios.
Pues
bien, este filme del guatemalteco de Chema Rodríguez nos cuenta la historia
real en clave de drama de ficción, los dos años en que Jesús Tecú (un niño que
sin los diez años de vida aun) había vivido con el hombre que mató a todos los
hombres y mujeres de su aldea. Tras la matanza presenciada por el niño, el
hombre lo tomo como esclavo.
Ese
niño llamado Jesús (hoy ya un hombre) finalmente huyó dejando atrás tan atroz
historia. El hombre que lo secuestró, hoy día está en la cárcel junto a otros
trece de los asesinos que le acompañaron en tan semejante crueldad. Y es que,
el que logró derrotar al gigante asesino es precisamente Jesús Tecú, hoy
abogado, activista y defensor de los derechos humanos.
Dígame
usted amigo lector, si esta historia (cierta analogía con David y Goliath) nos
permite creer que los gigantes no existen. Niños robados de una guerra,
masacres que al igual que en Colombia; se debería tomar como ejemplo y que sin
haber vivido lo que a Jesús le ocurrió, muchos personajes colombianos (adultos)
se deberían atrever a derrotar a los “gigantes”.
Si
bien Joseph Conrad escribió en “An outpost of progress” (1896), una breve
novela, donde señala que «el miedo siempre permanece. Un hombre puede destruir
todo lo que tiene dentro de sí mismo, el amor y el odio y las creencias, e
incluso la duda; pero mientras se apega a la vida no puede destruir el miedo»;
es preciso derrotar a ese gigante mayor que tenemos los humanos (nada fácil).
El
diario español “El País” sobre el cineasta apuntala: “Chema Rodríguez, dice que
tras esta experiencia se retira y que jamás podrá ser más cierto que esta es su
“última película”, no tiene claro si el esfuerzo por hacer cine sirve para
algo. No obstante, sí confiesa que a pesar de todo este trabajo ha valido en
Guatemala para que se pase la cinta en los colegios y se conozca así la
terrible barbarie que sufrió el país”.
Con
base en la anterior reflexión, el paradigma de las representaciones sociales se
vincula de manera implícita al concepto de imaginario (Arruda-De Alba, 2007).
De todas formas, y a modo de colofón y hablando de gigantes, me recuerda el
cuento de Oscar Wilde, “El gigante egoísta” donde al margen del egoísmo del
gigante y su frase “salgan de mi jardín” a los niños, ellos deben jugar en él.
Película pues la del guatemalteco que invita a muchas reflexiones.
Esta
película española en nuestra cartelera es un cine sin pretensiones, pero con
mucho mensaje sobre la gente discapacitada. Siempre en clave de humor. La
historia relata sobre los afectos en el ser humano a la larga.
Por
lo demás un filme más bien flojo en su propuesta dramática, ya que en todo
momento, se llega a la conclusión de nada de lagrimeos y unos prototipos de
personajes que para los españoles abordan reacciones de aceptación, pues es una
sociedad incluyente.
También
es de reseñar en esto de los mensajes, la capacidad de superación de uno seres
humanos que siempre nos caen bien, pues intentan (reconociendo sus propias
limitaciones) alcanzar sus éxitos sin esperar aplausos de nadie.
Ramí Malek, protagonista de la exitosa serie "Mr.
Robot", encarna al legendario Freddie Mercury en esta producción que le
rinde homenaje a una de las bandas más revolucionarias del rock: Queen.
Con canciones
emblemáticas como We Will Rock You, I Want To Break Free, y el nombre de la
canción que titula la película, Bohemian Rhapsody, la banda de rock que hizo
historia a través de los tiempos recibirá un homenaje de parte de 20th Century
Fox con su nueva película. (Le puede interesar: Queen celebra los 40 años de la
canción "Bohemian Rhapsody").
La banda británica, que se formó en 1970 en Londres,
fue revolucionaria para la juventud de la época, puesto que Queen proponía la
ruptura de un paradigma en la música de este género, que los lanzó al
estrellato desde el primer momento y los hizo ser una banda única que, sin duda
alguna, marcó la historia del rock de por vida.
Predator es la nueva película de la saga Depredador.
Llega dieciocho años después de la última entrega de la serie. Shane Black es
el director del filme, quien ha escrito el guión junto a Fred Dekker. Y en honor
a la verdad, resulta un filme fallido, pues los intereses de los protagonistas
a más de dispares, el tono no es el esperado.
La primera aparición de Predator (Depredador) fue en
la película homónima de 1987, para muchos se convirtió en un filme de culto que
ha dado como descendencia un linaje de novelas o cómics basadas en el universo
creado por Jim Thomas y John Thomas. Por supuesto, también llegaron secuelas
como Depredador 2, Alien vs Predator, Aliens vs Predator: Requiem y Predators.
De manera pues que la cinta no supera a ninguna de las
anteriores en ningún sentido, donde los héroes se pierden en la mente del
espectador, e incluso en el tratamiento cinematográfico. Poco pues que comentar
de un filme para el olvido.
La película “Un asunto de familia” del coreano Kore-eda,
Palma de Oro en Cannes y uno de los favoritos al Oscar tras su triunfo en el
festival francés, trata de Osamu y su hijo, quienes dedicados vagabundear con
pequeños hurtos (para comer) encuentran una niña en pleno ambiente del frío
oriental. Tras recogerla y llevarla a casa. La esposa de Osamu no está de
acuerdo con la decisión, pero finalmente accede cuando surgen las dificultades
de la niña, en un claro eco a Dickens.
El asunto cambia cuando a través de un accidente, se
ponen a prueba aquellos lazos que les unen como seres humanos que son. Y es que
esta magistral historia, plantea que no existe nada más conciliador en el
interior del espectador de cine, cuando su conciencia y su pesadumbre son
manejadas en la trama desde el punto de vista del niño y los ejemplos abundan
en el cine desde aquella cinta “El chico” con Charles Chaplin.
Aunque un paradigma como anillo al dedo es la película
del mismo Chaplin, “The Tramp (Charlie on the Farm”).El personaje representa la desdicha humana, no porque
el
personaje simboliza la desdicha humana, no porque él quiera ser infeliz, sino
como resultado de un entorno hostil. La mayoría de sus películas muestran dos
situaciones paralelas y contrapuestas (como la del coreano que hoy traigo a la
columna). Los guiones no se limitan a un enfrentamiento de clases. Charlot
intenta abandonar la marginalidad, pero, cuando lo consigue, tampoco encaja en
el mundo de los ricos. Por tanto, se convierte en un personaje discriminado.
Y es que las aflicciones, si bien parecen girar en un
universo sin ley y conseguir todo aquello que se desee, la premisa de darle al
pobre lo que tiene la gente más adinerada, ha sido también otro corolario a la
hora de observar los desiguales roles sociales no solo en el cine sino en la
vida social. La película “Los olvidados” de Luis Buñuel, es un claro paradigma
de ello. No hay que escudarse en el cine para tocar todos estos temas de
actualidad, pero es que este medio y el espectador solo frente a la pantalla
(que no es otra cosas que su propio interior) desnuda sus propias cuitas.
En este sentido, ¿atravesar la frontera de lo ficticio
dónde queda? Pienso que por el protagonismo compartido entre espectador y “ese
niño” (que es él a la larga) todo queda latente sin límite alguno. Y es que
para las historias de familia y seres desprotegidos, engendran (y no sé por
qué) las primeras dudas éticas que surgen y girarán en torno a la vida misma.
Sirva pues el cine para desarrollar en el campo de la
vida social, todo ese espeso tema de la exclusión social y seres marginados,
donde nadie se toma la molestia de nada. En los niños, la ingenuidad infantil habla
de la indulgencia y ahí hay que aprender la condición del ser humano.
De manera pues que este tipo de cine, bien amerita ser
tenido en cuenta, no es que “no voy al cine a ver sufrir”, como algunos
espectadores señalan. En este sentido no se puede opinar de lo correcto e
incorrecto. Hay que tener conciencia de lo mucho que enseña, no obstante, este
cronista piensa que la vida con incertidumbres, siempre invitan a buscar
soluciones donde en apariencia no existen.
El escritor norteamericano Trenton Lee Stewart señala
un excelente escolio que: “Debes recordar que la familia nace a menudo de la
sangre pero no depende de la sangre. Tampoco es exclusivo de la amistad. Los
miembros de tu familia pueden ser tus mejores amigos. Y los mejores amigos,
estén o no relacionados contigo, pueden ser tu familia.”.