Excelente película esta “Coco” que tiene dos aspectos
a precisar. Primero su ideología y que claramente se identifica en un día de la
celebración en México del día de los muertos, cuando escuchamos en la voz de un
personaje: “Nunca subestimes el poder de la música” (y este pensamiento se robustece
precisamente con Coco, un personaje que no vemos mucho, pero que siempre está
presente).
Segundo, que es un filme más para adultos, que para el
público infantil, pues su significación y grandeza no la alcanzan a percibir
los infantes. Es más, si esta película se realiza con personajes de carne y hueso y todo bajo el mando de Tim Burton
(historia que precisamente le cae como anillo al dedo), igual sentiríamos que
es una historia que llega al alma de los espectadores adultos.
En este contexto, el espectador identifica, cómo para
descubrir mentiras y los falsos amigos, no solo se necesita estar vivos en este
planeta llamado tierra, sino también en el mundo de los muertos (muertos con
vida según la propuesta cinematográfica), evocando ideas garciamarquianas en el
sentido de la visión onírica que —a
través de los interlocutores en todos sus textos— la vida, (o la muerte en este
caso del filme) es el lugar elegido para encontrarse con los espíritus de los
muertos que interfieren en la vida de los vivos. Un misterio de búsqueda
permanente sobre la realidad sin tratar de resolver sigilos y arcanos.
Respecto a los personajes de animación, poco a poco
nos vamos aproximando a ellos (como si fueran de carne y hueso) ya que sus
intenciones, vienen de sus respectivas alma (y que en este caso de “Coco”) está
bien dibujada ya que para ser bueno (o malo) solo se necesita ser humano.
Película altamente recomendada para pensar un poco sobre lo que realmente
somos.
Esta película
sin muchos alardes de nada, es realmente un bodrio. Uno no entiende como se
invierte un dinero en proyectos mediocres. Las protagonistas de esta película
son Amy (Mila Kunis), Kiki (Kristen Bell) y Carla (Kathryn Hahn). Y es que
tomando las fechas de Navidad con su desbarajuste, el consumismo de todo el
mundo, amén de las costumbres y los compromisos familiares. Nuestras protagonistas
incorporarán a sus vidas cotidianas, las visitas de sus respectivas madres (con
todas sus obsesiones).
Y es que si bien
este caos, al final la película pretende debatir (a través de un tono mordaz)
el auténtico lugar de la mujer como madre resignada, esposa magnánima y
administradora (del asunto familiar). Lo
que ocurre es a lo largo de la historia, el cineasta se nutre de gags fáciles y
estúpidos, que a veces dan es rabia en vez de hilaridad.
Para los fans de “Star
wars” están ante un deleite, pues de una forma u otra es el reencuentro con los
viejos amigos (la aparición de Leia, Han, Luke, Chewbacca, los droides de la
primera trilogía, el Halcón Milenario —la legendaria nave—) satisfacen a asuntos
que no tienen nada que ver con el tesis. De todas formas, esto se agradece,
pues ya son muchos años con unos personajes entrañables, dispuestos a no
imponer su ley, pero tampoco a recibir imposiciones del otro lado.
Pero más que comentar
aspectos de la historia en sí, esta nueva saga de “Las guerras de las galaxias”,
no propone algo diferente, pero es efectiva respecto a los encuentros entre el
bien y el mal. Con un director inteligente, el relato si bien es el más largo
de la franquicia, el entretenimiento que ofrece, plantea un equilibrio agradable
entre las maneras épicas, narrativas, tecnológicas y emocionales de la saga. Es
decir: que la traición, la habilidad estratégica y la destreza para la guerra;
están a la orden del día.
Y es que el portentoso
combate entre los droides separatistas y clones republicanos, pero sobre todo
la desesperanza de un Lukas solitario, nos remite (queramos o no) a las famosas sentencias de Sun Tzu y
su “Arte de la guerra”: “Si conoces a tu enemigo te conoces a ti mismo”. Esto
queda claro en el tercio final de la cinta sin una iracunda persecución aérea y
una sucesión de duelos de sable láser, el último de los cuales es emocionante.
Con una escena final que
puede tirar de nuestras fibras del
corazón, dejará a todos los seguidores de la serie, ansiosos por la continuidad de la saga.
¿Qué
recalcar sobre “Sunset Boulevard” que no se haya escrito ya? Pues no es que
resulte difícil insistir, es que siempre hay algo que aportar de un filme, que
en mi caso personal, es el más importante en la historia del cine.
Trascendental en muchos aspectos. En alguna entrevista me preguntaron ¿cuál era
la mejor película del mundo? Y respondí “aquella que afecte directamente su
corazón”.
Y
eso fue lo que me ocurrió con “Sunset Boulevard” (su título original en inglés,
1950) cuando lo vi por primera vez en un cineclub. Supongo que eso sucederá a
muchos cinéfilos. De todas formas, debo de reconocer que después de ver varias
veces el filme, un día creí descubrir de qué trata, y es lo que intentaré
explicar en este humilde concepto. Empezaré por una pregunta:
¿Cómo
explicar que el filme es narrado por alguien ya fallecido? En el contexto de la
retórica audiovisual tendría claras explicaciones, pero sinceramente, creo que
la respuesta hay que buscarla en la idea importante de la película. Esa idea
primaria, a mi juicio, no es otra cosa que la historia de aquellos guiones que
nunca se llevaron a la pantalla en Hollywood.
¿Y
de qué trata entonces ese guion confinado al olvido? Muestra sin rodeos la vida
del guionista Joe Gillis (William Holden), y ese mundo de oropel que es
Hollywood. Ahora, la presencia del cineasta Erich von Stroheim como un director
de cine ensimismado en Max —mayordomo y escudero de la Diva (Gloria Swanson) —,
quien no volverá al set; los podemos descifrar como una isotopía en una
metáfora dentro de la metáfora —complaciente por momentos—.
Y
es que la transferencia de significado en la relación Mayordomo-Diva, se
concibe básicamente como un desplazamiento de la referencia. Nos diagnostica,
lo que confirmo al comienzo: Un guion —no llevado a la pantalla— donde la Diva
y su director (y debo repetirlo) no tendrán ninguna opción de volver al cine: Él
está resignado, ella no.
Ahora,
para otras situaciones de la película, y en la más importante que es la
relación Diva-Joe Guillis, y para el caso de la semiología de la imagen,
podemos considerarlas y evaluarlas como tropos diferentes a la metáfora y
propongo el símil, como ejemplo verificable ontológicamente.
Y
si “la habilidad para utilizar la metáfora entraña una percepción de las
similitudes” (Aristóteles, “Poética”, cap. 22), y que radicalizaron Quintiliano
y Cicerón: “la metáfora es una forma abreviada de símil, condensada en una
palabra”. Entonces, ¿qué leemos en las imágenes de “Sunset Boulevard”? Pues un
filme de símiles sobre aquellos guiones, productores, directores y divas que
incrustaron sus anhelos en guiones que nunca fueron aceptados.
Como
afirma C. Hausman, las metáforas hacen referencia a realidades o experiencias
globales, que se pueden descomponer incesantemente de forma no unívoca. Y para
comprender lo anterior, qué símil más hermoso en la cinta, cuando el productor
magnate Cecil B. DeMille se ¿burla de ese guion? (entiéndase la visita de
Norman Desmond a los estudios de cine), haciéndole creer que volverá a ser, lo
que para él no será nunca jamás.
Pero
hay a mi juicio dos cosas claras en este subgénero y son las enseñanzas que nos
dejan ese universo de oropel llamado Hollywood. En “Sunset Boulevard” (y lo
reitero una vez más), es la historia de aquellos guiones que jamás alcanzaron la
luz en las salas de cine.
Para
el segundo aspecto, traigo muy a propósito “The Bad and the Beautiful” (1952) y
una frase que escuchamos al final de la cinta: “Para dirigir una película, hay
que tener humildad”. Y en ese ir y venir de los destellos de la fama, las
apariencias, guiones y dirección; entendemos los ingredientes de esta película
muy actual. Y es que a través de tres flash-back, se recrea la carrera de un
hombre ambicioso (Kirk Douglas) que no repara en nada con el fin de lograr con
éxito sus propósitos. Para lograrlo: miente, maltrata y manosea.
Y
a pesar de ello, todos sentimos cierta embriaguez hacia él. La misma que
sienten sus compañeros, quienes están dispuestos a darle una mano. Ya lo he
dicho muchas veces, “El cine embriaga hasta el amanecer”.
Si
usted lee bien los créditos de este filme, encuentra que el guion fue escrito
por los hermanos Coen. Y esto es importante a la hora de describir esta
película con más acento de los Coen que de Goerge Clooney su director.
Cercana
a “Fargo” es un thriller que invita reflexionar a mi entender un pensamiento
escocés: “Nunca permitas que tus pies vayan por delante de tus zapatos”. Y es
que las prisas por lograr (lo que a la larga) no se conseguirá, es una
invitación a medir nuestros pasos. Y estos “pasos” en el cine de pronto resultan
un cliché, pero que aceptamos, ya que la condición humana es así, llena de estereotipos.
Siguiendo
esa lógica, y muy juiciosos de que el factor sorpresa no se ha desvanecido,
llegamos a entender que matar una última vez para poder ser libre, de la
ideología del filme se aprende que: nadie se puede escapar de su destino: Los
asesinos de esta historia (casi todos), nacieron para aniquilar y ser
aniquilados una y otra vez.
Con un ritmo acompasado, el cineasta Cédric Klapisch
aprovecha esta ocasión, para hablarnos de la familia y los esfuerzos familiares
para conseguir lo que muchas veces con la unión de los miembros que la conforman,
logran (a pesar de todo) los propósitos de la vida diaria.
Desde su primer éxito: “Como
en las mejores familias” (1996). El cineasta en “Nuestra vida en la Borgoña”, realiza un drama con trazados de comedia, logrando
transmitir con importante veracidad dos ideas esenciales de su relato ideológico en esta historia sobre tres
hermanos: el conflicto entre ellos y el influjo del paisaje y de la tierra en
las vidas de sus pobladores (intercalando flash backs entre la vida de los
hermanos).
Esto último de pronto
resta ritmo a la sucesión de imágenes, logrando quizá ante los ojos del espectador,
perder la empatía por alguno de estos personajes. De todas formas, la metáfora
de la evolución de Jean (eje esencial del filme), se equipara al proceso de
maduración que se produce a la par de las uvas que cosecha y el paso de las
estaciones (bellamente fotografiado).
Filme pues para ver
entre hermanos y que fluyan las reconciliaciones, que a la larga son bendiciones
para el alma cargada (a veces) de equívocos sentimientos.