De pronto la investigación sobre el asesinato de
una prostituta africana origina la idea central de lo que sería el filme, pero
ese crimen no es más que el pretexto argumental. Ahora, no es la primera vez que el
cine de los hermanos Dardenne galantea con los signos de género. En algunos
pasajes de “El niño” (2005) y en “El silencio de Lorna” (2008) son dos cintas a
valorar al respecto.
De todas
formas, es a través de Jenny (no le abre su consultorio a la prostituta porque
ha cerrado hace una hora su consultorio) que se genera toda la ideología del
filme ya que ella, y su actitud, marca su irreprochable conducta, planteando argumentos
éticos del comportamiento humano. Y es ahí cuando encontramos en nuestra mente
la evaluación acerca de los sentimientos de culpa (y más si el personaje
principal es médica).
Historia
pues buena en el sentido de equilibrar la balanza sobre el tono de la cinta y
su “suspense”. Y es que al final de todos nuestros actos, siempre (digo
siempre) los sentimientos de responsabilidad marcan el derrotero de nuestras
conductas posteriores. Esa proyección de sentimiento de culpa, estaría sujeta a
los contextos, que para este caso del filme europeo, se inclinaría hacia el
tema de la inmigración.
El principio siempre coincide con el final y el final siempre es un nuevo principio. Eso afirman antiguos pensadores sobre el carácter cíclico del tiempo y eso mismo, nos atrevemos a decir, es lo que asume Xavier Dolan con su último drama; dejándonos claro, una vez más, nuestra insignificancia frente a este paradigma dimensional (El tiempo) que a veces nos encierra y nos asfixia en un espacio que parece perturbador. Sorprende, en primera instancia, que haya tardado 4 años en asumir la idea de querer hacer la película, después de que la actriz Anne Dorval le haya recomendado la obra, pieza del francés Jean-Luc Lagarce. En sus propias palabras, Dolan dice “El tiempo tiene sus maneras de actuar, y como casi siempre, Anne tenía razón”. Y seguramente este film llegó cuando tenía que llegar, después de 5 magistrales películas que le dieron reconocimiento en festivales y tal vez, la madurez para adaptar una obra en la que se propuso conservar el lenguaje.
Como dice la frase y el párrafo inicial, este film es un retorno inevitable y una obra del tiempo. Tras doce años de ausencia, Louis -un escritor- regresa a su pueblo natal, guiado en parte por la nostalgia, para anunciarle a su familia que se está muriendo. Mientras intenta recuperar los vínculos con su entorno familiar, los conflictos se desatan alimentando discusiones y rencores.
Lo que primero sale a la vista es la fortaleza de los personajes, tan teatrales como reales, capaces de representar en espacios pequeños la disfunción de una familia, la ligereza en la que se pueden convertir las relaciones biológicas y humanas. Como si el tiempo lo destruyera todo. Así mismo, y siendo coherente con el conflicto del drama, remarca la idea de lo familiar y extraño, asumiendo la llegada de un nuevo integrante, Catherine (Marion Cotillard), que sin mucha voz parece estar más cercana a la familia que el hijo exiliado y que a su vez, nunca deja de ser extraña; razón posible de que llegue a ser la cómplice cercana de Louis, el protagonista.
Dolan pone en conflicto las relaciones, donde a veces la sangre no es motivo de un vínculo armonioso. Y es que la película es en general perturbadora y conflictiva, lo cual hace que Xavier se mueva en constantes dicotomías: Familiar- Extraño; Silencio-Gritos, Pasivo- Colérico. Dicotomías que llevan al espectador a una sensación de emociones fuertes, a una experimentación constante de sobresaltos emocionales.
La dirección es precisa e inteligente. Se adentra en esta lucha con primeros planos que asfixian, la cámara literalmente encierra, ofrece claustrofobia y caos. Los espacios son oscuros, siempre en interiores. Es un encierro que oprime y presiona la respiración. Es también una invitación a huir de allí, a buscar espacio y libertad, a vincular al espectador con el drama.
Finalmente, Dolan mata cinematográficamente el espacio y le da vida al tiempo. Reflexiona sobre su movimiento y su vida más que viva, en donde muchas veces nosotros nos quedamos suspendidos, muertos. Lo único que tiene sentido es el aquí y ahora y debemos entender que cuando hablamos de tiempo hablamos de cambio; y que por más que queramos, no existe un momento igual a otro.
Solo el fin del mundo estuvo nominada al Palme d´Or en Cannes 2016, ganó el “Grand Prize of the Jury” y el “Prize of the Ecumenical Jury”, Tiene además otras 17 nominaciones.
"No hay animal que no tenga un
reflejo de infinito; no hay pupila abyecta y vil que no toque relámpago de lo alto, a veces tierno y a
veces feroz”.
Victor Hugo, “La leyenda de los siglos”.
Se
estrena después de un largo proceso, La
mujer del animal (Víctor Gaviria, 2017), del cineasta antioqueño Victor
Gaviria. Más que hablar de este filme y su trama (deja exhausto hasta el menos
desprevenido) por el contenido brutal y abyecto de la historia y sus personajes,
remitiré al sentimiento que prioriza a lo largo de dos horas, no sin antes
reconocer que es una obra, si no menor en la filmografía del autor, no culmina
las ambiciones de las que le preceden y que lo hicieron famoso.
"La
muerte vive una vida humana, dijo Hegel. Esto es cierto cuando no estamos
enamorados o en análisis", dijo Julia Kristeva. Y es que para hablar de la abyección y el
amor, la filósofa sostiene que “una de
las mayores infelicidades en la sociedad occidental —revela— es el individualismo, que nos hace
negar el amor y la solidaridad. Nuestra sociedad carece, además, de código
amoroso”.
En
La mujer del animal al debatir una
trama que deja exhausto a todo el mundo por su contenido brutal y abyecto de la
historia y sus personajes, la emoción que prevalece es la infelicidad y la
miseria humana; donde el rudo de un personaje como Libardo, agravia a su mujer
Amparo —que en la vida real es Margarita, una muchacha que a los 18 años se
escapó del internado donde estudiaba—. Aunque detrás de tanto ultraje, el
personaje confronta el miedo como resultado de tanta abyección.
Así
que eso es esta aterradora historia: Una fábula sin códigos amorosos. Y es que
retomando a Kristeva, considera que “aquello que perturba una identidad, un
sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas.
La complicidad, lo ambiguo, lo mixto. El traidor, el mentiroso, el criminal con
la conciencia limpia, el violador desvergonzado, el asesino que pretende salvar
... Todo crimen, porque señala la fragilidad de la ley, es abyecto”, pero la transgresión
planeada, la muerte socarrona, el desagravio hipócrita lo son aún más porque acrecientan
esta “exhibición de la fragilidad legal”.
Y es que para para dejar ver una voluntad de
autodestrucción,estos arquetipos
—frustrados o perdedores— y aparte de contextos culturales; el cine colombiano
parece haberse atiborrado de ellos para revelar una voluntad de
autodestrucción. En
el filme Satanás (André Baiz, 2007), las historias articuladas de tres personajes
—una chica que ayuda a estafar a hombres ricos, un cura agobiado por su
sexualidad y el caso del ex-soldado del Vietnam, Campo Elías Delgado,
llamado Eliseo para el cine— están descritas con mano firme y una decidida
apuesta por evitar odiar o adorar a los modelos actanciales, quienes desde el
principio, el fatal latido de la desgracia se vislumbra.
Resulta un tanto difícil introducirse en cómo
proceden las emociones en la disposición de lo abyecto en unión a la
corporalidad. Sin embargo, desde el punto de vista del psicoanálisis esa
configuración se advierte —entre muchos otros filmes— en El lugar sin límites (Arturo Ripstein, 1977) y Perfume de violetas, nadie te oye (Maryse Sistach, 2000). La
experiencia emocional libidinal, la motricidad o la base fisiológica, no es la
única causa que influye en nuestra percepción e imagen del cuerpo. Es a través
de la relación con el otro y la emoción que éste expresa y suscita en mí.
La
idea a concluir y a modo de contra ejemplo sería: Y es que si el individuo ha
nacido para vivir en sociedad y afirmando que el principio de supervivencia
personal y de la especie es propio del orden natural, necesariamente dos
personas —hombre y mujer— deben relacionarse para poder sobrevivir. Es
indudable que la parte más cercana de estas relaciones es la familia y luego el
resto de la sociedad. «Una de las preguntas más esenciales a propósito del
mundo social, es la de saber por qué y cómo ese mundo perdura, persevera en el
ser, cómo se perpetua el orden social. Es decir, el conjunto de las relaciones
de orden que la constituyen» (Bourdieu, 2006: 31).
Este reciente filme de Ben Afleck (actúa y dirige) es una historia correcta en su exposición y guion. En ella vemos fundamentalmente la vida de un gánster y toda su vida emocional y perversa de alguna manera. De manera que a modo de crónica (la historia arranca en 1917 en un flash back) el personaje principal lidia entre mafias para el poder, pero el caos es lo que prevalece en sus opciones.
Podemos decir el el primer tercio del filme podría ser un prólogo del personaje Joe Coughlin sobre su amor, y sobre cómo nace su sed de venganza. Este prólogo sirve para anunciar lo que vendrá más adelante. De manera que por momentos trepidante (asaltos, persecusiones, etc,), esta historia y su idea base no decae, ante un personaje y su condición de un hombre bueno a la larga, pero que las circunstancias son las que mandan.
Es evidente que este filme toma los tópicos de la serie negra con éxito y es un buen referente en este sentido para recordar que el género siempre está vivo. Desconociendo por qué el filme no ha sido exitoso en la cartelera, bien valdría la pena reflexionar si es que este tipo de filmes, ya está un poquito fuera de lugar, porque a mi juicio el cineasta logra controlar el tempo y su empatía narrativa.
Gonzalo Restrepo S. Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co
En este tipo de certámenes sobre un cine de autor, es difícil saber cuál
ganará. Y aunque sorpresa para muchos, la película boliviana "Viejo calavera"
del director Kiro Russo, ganó hoy la
competencia oficial de ficción y se llevó la estatuilla "India
Catalina" al mejor filme de esta 57 versión del Festival Internacional de
Cine de Cartagena de Indias (FICCI). Una película oscura dentro de las montañas
bolivianas para acercarnos al mundo de
los mineros y sus realidades reales.
En este sentido a través del joven Elder se teje el destino como
concepto. Esa es la premisa narrativa discursiva. Idea que se refuerza con la
escasa luz en las tomas, pero que el tono y el propósito del cineasta es lograr
sentir que estamos en las profundidades de la tierra (que es vida y que es
muerte).
Pienso que a modo de falso documental (que no le resta su importancia y
mérito) el cineasta logra el retrato de unos personajes rebosantes de
autenticidad que acompañan a través de sus trabajos sus encrucijadas vitales. No
obstante, la película lejos de ser la octava maravilla del mundo, más
que una fábula compleja, lo que brinda es un retazo de vida de unos seres
humanos que en el fondo tienen toda la razón del trabajo que llevan a cabo. Tan
sincero como agridulce, estamos ante un cine independiente, tocado por ese
encanto innato de los cineastas jóvenes por decir verdades.
Si tuviéramos que elegir una película en esta
edición de FICCI 57 como la más sobresaliente, sin lugar a dudas sería este
filme de Park Chan-wook (“Oldboy”), donde pone el hasta bien alto. Y es
que a modo de thriller erótico el cineasta en “Ah-ga-ssi” redondea
su historia con un relato donde los juegos eróticos de Eros (y perdón por la
tautología) es el protagonista en medio de personajes malditos (si se quiere
ver así).
Y es que Sookee (contratada como criada por una rica mujer japonesa
llamada Hideko) y su cuerpo, se presenta como el cuerpo imaginario
del deseo a través del placer (y del crimen), mientras que en el personaje
masculino se asienta en evidencia otro guía de cuerpo del deseo, como pasión
(juegos eróticos) y memoria.
De gran concepción pictórica, estamos pues ante una película seductora
sobre un retrato enfermizo de unos personajes por lograr sus malevolencias
(metafóricamente hablando) mediante un acercamiento conceptual de la gramática
cinematográfica ante los conceptos de trazo perfecto sobre el amor, el nudismo
y el sexo (eludiendo la pornografía) diseñados en tres momentos del relato,
para que ese narrador en tercera persona nos muestre su naturaleza y belleza.
Este
trabajo del cineasta Rubén Mendoza ("La sociedad del semáforo") es un
falso documental para mostrarnos a través de un personaje carismático de las
faldas de la montaña, como la identidad y la soledad son buena compañía en el
sentido de ayudarse la una a la otra. Sin sacudir los cimientos de la
cinematografía nacional, esta es una película en función de ese campesino
llamado "María" y nada más.
Y
es que la cámara no deja de seguirlo, para mostrar que es un ser cariñoso y,
como en este caso, la incomunicación rural que provee el inmenso paisaje no
resta comunicación a todos los interlocutores que observamos en la cinta.
Podemos escribir entonces que el respeto
de aceptación y de lealtad entre María y los demás es válida y creíble en medio
de tanta montaña.
Y es que la película de Mendoza se vuelve
excelente, no ya por el acertadísimo personaje, sino cierto traspiración inherente
a su narración y a la ausencia de construcción de uno de los personajes más
maravillosos que nos ha regalado el cine moderno colombiano. Se es o no se es,
esa es la cuestión ya que nuestro héroe encuentra un refugio en él mismo.