"No hay animal que no tenga un
reflejo de infinito; no hay pupila abyecta y vil que no toque relámpago de lo alto, a veces tierno y a
veces feroz”.
Victor Hugo, “La leyenda de los siglos”.
Se
estrena después de un largo proceso, La
mujer del animal (Víctor Gaviria, 2017), del cineasta antioqueño Victor
Gaviria. Más que hablar de este filme y su trama (deja exhausto hasta el menos
desprevenido) por el contenido brutal y abyecto de la historia y sus personajes,
remitiré al sentimiento que prioriza a lo largo de dos horas, no sin antes
reconocer que es una obra, si no menor en la filmografía del autor, no culmina
las ambiciones de las que le preceden y que lo hicieron famoso.
"La
muerte vive una vida humana, dijo Hegel. Esto es cierto cuando no estamos
enamorados o en análisis", dijo Julia Kristeva. Y es que para hablar de la abyección y el
amor, la filósofa sostiene que “una de
las mayores infelicidades en la sociedad occidental —revela— es el individualismo, que nos hace
negar el amor y la solidaridad. Nuestra sociedad carece, además, de código
amoroso”.
En
La mujer del animal al debatir una
trama que deja exhausto a todo el mundo por su contenido brutal y abyecto de la
historia y sus personajes, la emoción que prevalece es la infelicidad y la
miseria humana; donde el rudo de un personaje como Libardo, agravia a su mujer
Amparo —que en la vida real es Margarita, una muchacha que a los 18 años se
escapó del internado donde estudiaba—. Aunque detrás de tanto ultraje, el
personaje confronta el miedo como resultado de tanta abyección.
Así
que eso es esta aterradora historia: Una fábula sin códigos amorosos. Y es que
retomando a Kristeva, considera que “aquello que perturba una identidad, un
sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas.
La complicidad, lo ambiguo, lo mixto. El traidor, el mentiroso, el criminal con
la conciencia limpia, el violador desvergonzado, el asesino que pretende salvar
... Todo crimen, porque señala la fragilidad de la ley, es abyecto”, pero la transgresión
planeada, la muerte socarrona, el desagravio hipócrita lo son aún más porque acrecientan
esta “exhibición de la fragilidad legal”.
Y es que para para dejar ver una voluntad de
autodestrucción, estos arquetipos
—frustrados o perdedores— y aparte de contextos culturales; el cine colombiano
parece haberse atiborrado de ellos para revelar una voluntad de
autodestrucción. En
el filme Satanás (André Baiz, 2007), las historias articuladas de tres personajes
—una chica que ayuda a estafar a hombres ricos, un cura agobiado por su
sexualidad y el caso del ex-soldado del Vietnam, Campo Elías Delgado,
llamado Eliseo para el cine— están descritas con mano firme y una decidida
apuesta por evitar odiar o adorar a los modelos actanciales, quienes desde el
principio, el fatal latido de la desgracia se vislumbra.
Resulta un tanto difícil introducirse en cómo
proceden las emociones en la disposición de lo abyecto en unión a la
corporalidad. Sin embargo, desde el punto de vista del psicoanálisis esa
configuración se advierte —entre muchos otros filmes— en El lugar sin límites (Arturo Ripstein, 1977) y Perfume de violetas, nadie te oye (Maryse Sistach, 2000). La
experiencia emocional libidinal, la motricidad o la base fisiológica, no es la
única causa que influye en nuestra percepción e imagen del cuerpo. Es a través
de la relación con el otro y la emoción que éste expresa y suscita en mí.
La
idea a concluir y a modo de contra ejemplo sería: Y es que si el individuo ha
nacido para vivir en sociedad y afirmando que el principio de supervivencia
personal y de la especie es propio del orden natural, necesariamente dos
personas —hombre y mujer— deben relacionarse para poder sobrevivir. Es
indudable que la parte más cercana de estas relaciones es la familia y luego el
resto de la sociedad. «Una de las preguntas más esenciales a propósito del
mundo social, es la de saber por qué y cómo ese mundo perdura, persevera en el
ser, cómo se perpetua el orden social. Es decir, el conjunto de las relaciones
de orden que la constituyen» (Bourdieu, 2006: 31).
Gonzalo
Restrepo Sánchez
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