Narrada
bajo el tono grave de Will Patton. Lo primero que me gustaría decir, porque así
lo sentí, es que “Train Dreams” es una película donde esa
esplendor de sus imágenes no entristece la ansiedad que se oculta tras ellas.
Sí así es, y esta es la categoría de esta cinta, que de alguna manera me
recuerda el albor de las imágenes en aquella famosa cinta de Malick, “Días del
cielo” (1978), iluminada por Néstor Almendros. Estamos pues ante una estilo
paciente, insondable y penetrante, con todo el poder visual (tomas de belleza e
intimidad) de una película sincera en el sentido de no proyectar ensimismamiento
espacial y temporal de su marco contextual.
Asi
que su director de fotografía Adolpho Veloso crea una composición seductora
tras otra, siguiendo al rudo pero afectuoso Robert (Edgerton), quien mientras
trabaja como obrero haciendo de todo, desde talar árboles majestuosos hasta
construir rieles para el ferrocarril, edifica una relación afectuosa y una vida
feliz con Gladys (quien le da una hija), interpretada por una Felicity Jones,
en todo su esplendor.
Conocemos
tanto a Robert y Gladys y tan hondamente que uno los concibe como si estuviéramos
percibiendo la vida de dos anónimos en su diario vivir. Su vínculo no es solo
físico, es “ese algo” (y ahí lo atrayente y acierto del casting) algo que uno y
otro actor comunican con sus interpretaciones; cierta espiritualidad.
Es
tan sencilla, pero abrazadora película en todo su metraje, que nos deja bien
claro que la vida suele ser brutal —no solo para Robert—, sino además para
quienes batallan por resistirla. Varias escenas al inicio de la trama dejan
claro que los individuos que la vivimos somos proclives no solo al aborrecimiento,
sino también a la intimidación imprevista, inseparable a los raíces de un país
como los Estados Unidos. Bella película pues que no dejamos de recomendar.
