Hace
20 años, el 10 de octubre de 2004, fallecía repentinamente Christopher Reeve,
que había caracterizado hasta en cuatro ocasiones el roll de “El hombre de
acero” en las primeras películas que conformaron una franquicia de acción real
en torno a Superman. De todas formas, Ian Bonhôte y Peter
Ettedgui dirigen uno de los documentales más esperados del año, centrado en la
figura del actor Christopher Reeve y su lesión de médula espinal.
En
lo rigurosamente sensitivo, la emoción que deja al ver este filme, es la misma
que la de ver sollozar por primera vez a un ser amado y muy metido en nuestro
ser. Por eso, desafiar a ver el hombre de acero en un documental como “Super/Man:
la historia de Christopher Reeve'” no solo enmienda el lamento del abandono
semiótico, sino que la eleva a su más alto nivel emocional (con llanto
incluido).
Sin
exageración alguna, Christopher Reeve fue el primer superhéroe de gran éxito
del universo, generosamente visto como un buen arquetipo, que, por lo paradójico,
ocupó notoriedad al ser un jugador retraído para las llamadas. Impulsado por el
éxito y apasionado por su oficio, Reeve era un puñado de laberintos: un individuo
que codiciaba estabilidad —habiendo crecido sin nada—, solo para dejar a su
propia familia a medida que progresaba hacia su estrellato.
Escuchar
a sus hijos mayores hablar de crecer con un padre alejado es doloroso. Al igual
que la apatía inicial de Reeve hacia la cantidad de lesiones de la columna
vertebral, que más tarde lo transfiguró. El documental “Super/Man…”
cuenta eso sí, con copioso material personal de grabaciones caseras en las que logramos
advertir su aspecto más íntimo, pero. siempre con distinción y decoro para no extralimitarse.
Es un filme duro, que enfrenta sin disimulos el contexto.
Concluir
e este breve análisis que en
Hollywood estos biopics terminan eternamente resultando un elemento
hagiográfico. Con todo, una historia conmovedora sobre un individuo que ambicionó
luchar hasta el final para subyugar su parálisis, algo digno de admirar sobre
todo cuando siempre lo asociamos semiológicamente al hombre de acero.