“A veces los corazones tienen sus propias
conversaciones” es una de las frases que cautiva esta excelente película, que
más que para niños, deja una adulta reflexión sobre las relaciones y adaptaciones
entre “seres” que habitamos un eco sistema, por más que queramos vivir como un “robot”.
Pero, también una lección de humanidad.
Al contrario de Wall-E, Rozzum 7134 o simplemente Roz,
una robot proyectada y programada para auxiliar en todo lo viable a su usuario
(la voz de Lupita Nyong’o), llega a una isla —un Jardín del Edén (o el Planeta
salvaje) —, donde todo lo observado es una valoración hacia las relaciones con
nuestro entorno y cargada de un buen proceder, aunque. Como siempre algún que
otro depredador se ponga por encima. Así que las moralejas, de hecho, se van acrecentando
a lo largo del metraje.
Habituados a películas con animales que hablan entre
sí, como si tal cosa, es abrumador el procedimiento narrativo de esta
adaptación de uno de los libros de Peter Brown, que nos consiente discernir el
lenguaje de los animales, por supuesto, algo tan maravilloso como debe ser: la
comunicación, siendo uno de los temas e interpelaciones que explora la
película, haciéndonos intuir cómo se erige una familia o una colectividad.
Otro asunto bien interesante en este filme es la razón
del alma y/o entorno del amor, rebasando, claro está, la avenencia entre las
especies, frente a la demoledora potencia humana. Si bien, podríamos escribir
que hay un montón de filmes dentro de “Robot salvaje”, la película cumple con
la función básica de dejarnos la inquietud de qué queremos realmente loa que
habitamos este planeta.
No solo es la mejor cinta de animación del año al
margen de meditaciones y reflexiones, es la mejor desde “El chico y la garza”,
del Miyazaki, y la productora de Spielberg, Dreamworks Animation.