Cada vez es más usual en el cine actual que las
narrativas de ficción no sigan un desarrollo fiel y escrupuloso, algo a lo que vivimos
acostumbrados cuando nos relatan cualquier historia (pues no es algo característico
del cine), con un principio y un final fijos, además, un juicio dramático con
su oportuno conflicto, y unos interlocutores con sus exaltaciones, inclusive un
género preciso que apriete el tono del relato o un montaje que vaya descubriendo
la pesquisa y solucionando los inconvenientes de carácter progresivo.
Al principio, esta película norteamericana parece una
historia de amor suave y adherente, como se revela en la Barbe-Nicole (Haley
Bennett). No obstante, el valor de ella es el de seguir adelante con la visión de
su difunto esposo François (Tom Sturridge). Visto así el asunto la historia
entre el presente (no vender su viñedo) y su pasado (flash backs con su joven
esposo) nos permite visionar el pensamiento de la mujer y su viñedo.
Con un ritmo lento entre el presente y el pasado de
una bella mujer, Widow Clicquot, que tiene sus raíces en la historia
del todavía famoso champán Veuve Clicquot, resulta ser el elemento que guía a
una historia donde a simple vista no parece pasar nada, pero la familiar
etiqueta amarilla se reconcilia en un emblema de amor perpetuo, y de garra femenina
e inclusive de progreso tecnológico vanguardista (aunque mucho menos primordial
200 años después).
En una estética de la época, la película que hoy nos
ocupa, y
nuevo drama de Thomas Napper, a la postre cuenta la valiosa leyenda del principio
de Veuve Clicquot, que brotó de la desolación financiera para convertirse en
una de las empresas de champán más grandes del planeta y gracias al talento y la
destreza productiva de Barbe-Nicole Clicquot, quien heredó el viñedo en el ocaso
de su difunto cónyuge.
De manera que tal iniciativa resulta, para nada incauta,
sobre todo teniendo en cuenta que juzga confesar más a la voluntad de alguien
que pretende recalcar su carácter autónomo, asignándole un acabado visual muy
de la época —completamente alejado de las modas—, y que es una necesidad artística real.