De las películas más sonadas el año pasado y aun este,
estamos ante una comedia drama (con tintes de neorrealismo), quedando pues
impregnados ante la primera película —rodada en blanco y negro— como directora
de la actriz (es la maltratada Delia en el filme) y guionista Paola Cortellesi
y con la que ha arrasado por completo entre el público y la crítica italiana
por dos inspiraciones primordiales: por la fábula que cuenta, por la forma atractiva
y original que tiene de contarla (disruptiva por momentos).
Tomando como punto de partida el matrimonio de la hija
de Delia, Marcela, con un chico pudiente, todo asimismo se circunscribe a la
cotidianidad y asuntos de una familia pobre en un barrio de la Roma postguerra.
Con el excelente guion, la trama nos va llevando con meditadas reflexiones sobre la amistad y la vida
familiar.
Visto así el asunto, la película acentúa firmemente el
despotismo de una colectividad patriarcal en la que los hombres solventan todo,
y esperando que las mujeres continúen en un mutismo como aceptación de ello. En
“Siempre nos quedará mañana” Ivano (el esposo de Delia) un holgazán, avaro y fogoso
—el actor que lo encarna Valerio Mastandrea—, que con semblante severo, juega
con su cruel derecho hasta el final en el sentido y plan para su hija Marcella
(Romana Maggiora Vergano) en lo que cree un matrimonio provechoso.
Por otro lado hay un elemento del que hasta ahora
señalo y es el uso de una banda sonora ecléctica que abarca baladas enternecedoras
de Achille Togliani y Lucio Dalla, hasta números de hip hop y rap. Y en la
película, Cortellesi inclusive logra atrapar al público con un final en el que
las acciones de Delia irradian un acento y un avance histórico (por lo de la
época en que suceden los hechos) en los derechos de las mujeres al voto.