Este filme es una bella adaptación del texto de
Hemingway, así mismo podemos plantear que la cinta luce atractiva, desolada y
algo rebelde sobre una de las últimas novelas del escritor. “Al otro lado del
río y entre los árboles” —rodada en 4:3 y blanco y negro—, sus diálogos dan la sensación
de que venera la base literaria. Una adaptación pues contemporánea de la
novela, publicada en 1950, y reitero: la penúltima en vida del autor y anterior
a “El viejo y el mar”, en la que comparte argumentos.
Con una puesta en escena de un aura propia de esas
historias crepusculares, observamos los últimos días de un militar —veterano de
las dos guerras—, el coronel Richard Cantwell. La directora de la cinta Paula
Ortiz (Lorca en “La novia”) compone un atrayente lienzo de un hombre, de su parquedad
en su propia autodestrucción, en una Venecia solitaria, apesadumbrada y final.
Y es que por la ciudad de los canales, vaga el general
fatigoso, enfermo y autodestructivo, del que hace una correcta composición el
actor Liev Schreiber. No obstante, es un film con muchos, diálogos (y martinis)
entre el fatigado héroe y la tentadora condesa Renata Contarini (Matilda De
Angelis).
Pero, por el lado iluminado, por el estético, esa mirada en blanco
y negro de la trama, la complacencia en la armonía visual de la cineasta
española Paula Ortiz y la exactitud de texturas y disposición de ánimo y
denuedo en la iluminación de Javier Aguirresarobe, logran para esta película un
encaje visual óptimo.
De manera que Paula Ortiz venerando los argumentos de
Hemingway como el envejecimiento, el ocaso físico del antiguo hombre de acción,
pero donde la caza es un distintivo de esa pretérita nobleza y esa forma de asirse
a la existencia, en el filme es otra cosa. “Al otro lado del río y entre los
árboles” resalta muchísimo las disquisiciones del general, si bien, sus
intercambios con Renata se siguen considerando como una especie de diálogo en
el que ella interroga y escucha.