Quién
no ha visto películas sobre la buena e interesante vida de profesores en sus aulas
y su relación con sus alumnos. La historia del cine señala a más de una, y son
filmes bien interesantes. Pues bien. La película hoy a analizar, podría ser
todo lo contrario. Me refiero a un arquetipo cruel
llamado Paul Hunham (Paul Giamatti) a quien todos odian. Un sentimiento recíproco,
ya que el Sr. Hunham piensa que la mayoría de los chicos matriculados en la
Academia Barton son malas creaturas y que “la administración” está descompuesta.
Una
de las primeras escenas muestra a Hunham entregando exámenes finales
calificados a sus alumnos, a quienes se refiere como “infantes filisteos
vulgares” y “réprobos”. Ahora, al conceptuar por los aspavientos que facilita
el director Alexander Payne, el Sr. Hunham no se equivoca: él es poco misericordioso
y, en ese sentido, la película no podría ser más diferente, un drama espléndido
sobre tres voluntades lastimadas y encalladas en Barton durante la Navidad. Durante
la cual este internado —de corazón frío— tendrá una sensible ocasión de
descongelarse.
Pues
bien, este Paul Hunham —un dúctil profesor de civilizaciones antiguas en la
Barton Academia, una escuela preparatoria exclusivamente para hombres en Nueva
Inglaterra en 1970— está furioso al saber que le han ordenado ser acompañante
de los alumnos que deben permanecer en el campus durante las vacaciones. Pero
antes de finalizar ese segundo tercio de la historia, el profesor está
especialmente descontento porque uno de ellos, Angus (Sessa), es brillante pero
grosero. Junto a Mary (Randolph), la punzante cocinera de Barton, Paul pretenderá
lograr lo mejor de un contexto indeseable.
Este
es pues el octavo largometraje de Payne que cuenta con tantas de sus peculiaridades
—un tono ácido, interlocutores desdichados que traspasan relaciones embarazosas
entre sí— y que podría sorprender el saber que esta es una de las pocas cintas
que no escribió (el guión es del guionista de televisión David Hemingson). Sin
embargo, “The Holdovers” ajusta intachablemente en su obra y brinda muchas complacencias
familiares que no han perdido su vigor.
El
cineasta Payne eternamente ha mimado esa orientación narrativa, marcando las crudezas
apasionadas de individuos que han experimentado zozobra. Esto es fundamentalmente
cierto en el caso del profesor Paul, quien ha ofrecido toda su vida a Barton,
solo para manifestar que tal vez el instituto (y sus habitantes) no abrigan
tanto afecto por él. A la larga es un pues un filme sobre los afectos, que bien
valen la pena tener en cuenta en todo tipo de relaciones. Película que será
nominada a varios premios de la Academia, y que ojalá obtenga algunos. Pues el
asunto está bien competido.